<-Prologo
CAPITULO 1
Livius como cada mañana se levantaba temprano y se encargaba
de preparar el desayuno a todos los artistas del circo. Hace unos pocos días
que habían llegado a la ciudad, así que pudo comprar nuevos ingredientes para
hacer un desayuno especial. Pero aquella gente no era muy agradecida y lo que
recibió a cambio fueron malas palabras. A él le daba igual, solo los aguantaba
por dos razones, una era su hermana y la otra…
-Livius, le has llevado de comer al bicho ese- dijo el
capataz que estaba preparando la carne para los animales.- Toma, su ración de
hoy.
Livius la cogió y vio que solo constaba de un filete de los
pequeños y un trozo de hueso.
-Pero si esto es menos que la ración de ayer.-Se quejó
viendo que los otros animales recibían mayor comida.
-Órdenes del jefe, y no le interesa tener a ese bicho con
fuerzas, la que montaría si se escapara.
Livius atravesó la carpa de mala gana y se dirigió hacia las
jaulas de los animales carnívoros. Pasó cerca de una de las caravanas, donde se
asomó una chica vestida con plumas rojas y con un peinado muy peculiar y
retorcido.
-Livi, después ve a hablar con el jefe, te estaba buscando
hace un rato- dijo la chica con voz muy dulce y columpiándose un poco en la
ventana de la parte de atrás de la caravana.
-Oh! Teresa, gracias por el aviso. Parece que hoy te toca el
espectáculo central, viendo lo guapa que vas.- dijo Livius parándose al lado
del buey que estaba al lado de la caravana.
-Jeje muchas gracias, me ha costado, pero por fin me han
dado algo de protagonismo en la actuación.- dijo mientras se volvía- Por
cierto, le podrías decir al capataz de le diera algo menos comida a Zafu, se
está poniendo tan gordo el buey este, que cuando tira de mi caravana hay veces
que noto que voy a volcar…- protesto mientras se mecía las plumas.
-Vale, se lo diré, si me disculpas, tengo prisa.- dijo
mientras volvía a reprender la marcha.
Llego hasta las jaulas, donde los animales se empezaban a
impacientar por la comida que parecía no llegar. Avanzo entre las jaulas de los
animales hambrientos, saludándolos uno a uno. Este circo solo contaba con un
tigre y un león como animales peligrosos. Pero también disponían de bueyes,
encargados de tirar de las caravanas, caballos, solían actuar en las
actuaciones pero ha veces tiraban de los carros, un elefante, pájaros de lo más
variopintos y de diferentes tamaños y un puñado de serpientes, que los propios
artistas no tomaban muy enserio. Pero lo más espectacular y que hacia mantener
a flote este circo era un dragón que tenían en cautiverio.
-Hora de desayunar- el muchacho se acercó a una jaula
pequeña y tapada.
La destapo poco a poco, pues le gustaba ver como las pupilas
de aquel reptil se adaptaban a la luz, pasando de ser redondos negros a rasgados.
Ver la contracción de las pupilas le hacía sentir raro, pero le gustaba mirar
al dragón a los ojos. La jaula era muy estrecha, tanto que no le permitía ni el
mínimo movimiento.
Livius entre abrió la mitad de la jaula para que el dragón
sacara su cabeza y pudiera alcanzar la comida. Tenía tanta confianza con el
muchacho que a veces cogía la comida que le tendía con la mano. Al chico le
encantaba darle de comer con la mano, pues así sentía la confianza del reptil.
-Hoy no podré traerte más, creo que ahora el jefe me quiere
llamar para echarme la bronca…- dijo mientras acariciaba las escamas negras del
cuello del dragón, para que entrara la cabeza y así poder cerrar la jaula.
Livius tapo de nuevo al dragón y a paso rápido se dirigió
hacia la caravana del jefe del circo. Era la más grande y llamativa, pero
también la más vigilada. Había partes donde se veía la madera reparada por el
ataque de algún bandido. Se dirigió a la puerta bien cerrada y golpeo con los
nudillos. Tardo un rato en crujir la madera abriéndose.
-Criajo, contigo quería hablar.- dijo el gordo jefe, que
llevaba el traje de director ya puesto.- Pasa que tengo unas palabras muy
bonitas que decirte.
La puerta se cerró a su espalda. El interior estaba lleno de trastos, ropa y
muebles con muchos cajones, la mayoría cerrados a cal y canto.
-Que ha pasado, no le ha gustado el desayuno…- dijo en voz
entre cortada.
-¿Eh? Desayuno, ¡Ah! Ese del que tanto se quejan todos- dijo
mientras se sentaba en una silla, que crujió bajo su peso.- No, no es eso por
lo que te he llamado… -Hizo una pausa que para Livius fue eterna- Ha llegado a
mis oídos que has ido a ver muy seguido al dragón, llevando contigo comida y que
en una ocasión casi ven al dragón fuera de su jaula… ¿Y bien? ¿Alguna excusa
para poner?
-No señor, es cierto. Pero es que no le dais casi nada para
comer, ¡¡aun viendo el tamaño que ya tiene!!
-Mocoso insolente. Tú sabes cómo son los dragones de grandes
y fuertes, si le das de comer y le pones un lugar amplio crecerá y será capaz
de escapar. No quiero ni pensar si aprende a volar, ahí la tenemos liada…- dijo
sacando un puro del cajón de un viejo escritorio. Se lo puso en la boca y lo
encendió.- Chico, no te pases de listo o será tu hermana quién pague tus
errores. Sabes que ese dragón es un ser poco común en cualquier tierra, y
muchos adinerados pagan salvajadas por verlo una vez. Es cierto que sería mejor
enseñarlo fuera de la jaula, pero parece que es a ti al único que no ataca si
se le acercan.- decía mientras exhalaba humo haciendo que Livius tosiera en
varias ocasiones.
-No comprendo… ¿Que tiene que ver el dragón y mi hermana?- pregunto
mientras retorcía sus remendadas ropas, con algo de miedo.
-Si piensas huir mi ira caerá sobre ella. – Se inclinó hacia
adelante- Quiero que cojas al dragón y bajo mi supervisión o la del capataz le
enseñes que puede confiar en nosotros, sino lo consigues y no podemos domar esa
bestia, lo pagara caro ella.- dijo y se levantó, camino despacio hacia el chico
y poniéndose a su altura finalizo con un: Te ha quedado claro.
La puerta se abrió y una niña vestida con un barato vestido
color gris entro con unas flores en la mano.
-¡Al fin te encuentro hermanito! He encontrado algo muy
bonito, ¡Ven, ven!- dijo mientras agarraba el brazo de Livius.
-Chisa…- dijo girándose.
- Ale, ale, venga niños, id y divertíos.- dijo y cerró la
puerta, haciendo una mueca que solo Livios tuvo tiempo de ver.- El espectáculo
pronto empezará.
La hermana de Livius tenía apenas nueve años cumplidos. Los
del circo no les daban mucho dinero así que la ropa de los dos solía ser de
tercera mano y con muchos remiendos y algún que otro agujero. Por suerte, Chisa
era muy mañosa a la hora de coser y los arreglaba, en ocasiones incluso hacia
ropa para los dos con los desechos de los otros trajes.
En muchas ocasiones Livius intento ahorra para poder
regalarle algo más digno, pues Chisa tenía un porte elegante, su piel era
blanca y sus cabellos color caoba. Pero ella se negaba, no quería que su
hermano malgastara sus pocos ahorros en ella. Así que al final se fue
acumulando en el intento de convencerla para que lo usara ella.
Livius trabajaba desde la mañana temprano hasta que todos se
iban a dormir a la noche. El circo hacia dos actuaciones una por la mañana y
otra por la tarde. Entre y entre Livius estaba muy atareado entre la
preparación de las cosas como en servir la comida a todos. En algunas ocasiones
incluso le hacían limpiar la ropa. Cosa que él detestaba, pero que lo hacía
para que su hermana pudiera jugar sin preocuparse.
Está iba a ser el último espectáculo en esa ciudad, pues ya
tenían pensado marcharse a la siguiente. Los días de las partidas era cuando
Livius tenía más trabajo, porque aparte de todo lo anterior también tenía que
empaquetar todo para, por la mañana, empezar el viaje hacia el siguiente
destino.
El espectáculo de la noche ya había empezado y la gente ya
estaba sentada en el suelo en el interior de la carpa. Livius se había
escabullido a ver como estaba el dragón, estaba cansado de hacer tareas. Pero
al llegar, se encontró con dos personas rodeadas por una especie de seres
sombríos vestidos con capas. Para Livius, era una pelea desigual, eran doce
contra dos. Ver eso no le quito de la mente acercarse rápidamente al dragón,
que se agitaba nervioso en su jaula. Avanzo sigilosamente, pues aprecia ser que
no le habían visto. Destapo un poco y comprobó que estaba bien, pero empezó a
gruñir. Todos se giraron hacia él.
-Chico, aléjate de aquí- dijo el hombre sin darse la vuelta.
Había sacado una espada y combatía de frente contra tres de
esos seres. La otra persona había dejado de atacar y se apresuró a acercarse a
Livius. Alzo una espada y el chico cerro los ojos pensando que le iba a matar allí
mismo, pero no podía ir más errado, pues el golpe fue contra la cerradura de la
jaula, haciendo que está se abriera con un chirriante sonido. El dragón poco a
poco se fue asomando. Cuando estuvo fuera, se sacudió y abrió las alas. Livius
quedo impresionado al ver el tamaño, doblaba el cuerpo del propio dragón y eran
negras como la misma noche.
Uno de esos seres cayó en frente del chico con una daga en
la cabeza.
-Conviene que te marches- dijo mientras sacaba la daga del
cadáver que pronto de desvaneció y puso su mano encima de la cabeza del dragón,
quién se dejó tocar- Mierda… Zess, creo que el muchacho se tendrá que venir
también.
-¡Que! Lo que faltaba- dijo deshaciéndose de tres de ellos.-
Muchacho, tenemos que irnos, esos seres vienen a por el dragón, y si hace falta
te mataran a ti sin pensárselo. Si no nos damos prisa vendrán refuerzos.- dijo
el hombre mientras se acercaba.
Al tenerlo cerca, Livius vio que llevaba un parche en el ojo
izquierdo y que su pelo negro estaba recogido en una pequeña coleta atada con
una cinta. El chico no entendí que pasaba, pero temía a aquellos seres y el
dragón hacia indicios de querer ir con aquellos desconocidos, pues empezaba a
mover las alas en un intento de volar.
-No puedo, no sin mi hermana- dijo poniéndose de pie.
Entonces apareció el jefe agarrando a Chisa del cuello con
su gordo brazo y con el otro sujetaba un cuchillo amenazando su vida.
- ¡Livius ven hacia aquí ahora mismo! Y dile al dragón que
se esté quieto también.- su voz sonó nerviosa, pero sus brazos no dudaron. El
jefe había visto las intenciones del enemigo y había ido a buscar a Chisa. No
permitiría que se llevaran al dragón.
El chico miro a aquellas dos personas que aún estaban algo
liadas ocupándose de aquellos seres que o se lanzaban contra ellos o contra el
dragón. Livius dudo y entonces empezó a avanzar hacia su hermana. Entonces se
escuchó el chasquido de una lengua y después un silbido largo, casi similar a
un aullido, proveniente de la chica. Lo siguiente que se oyó fue el grito de
dolor del hombre gordo, y el cuchillo chocando contra el suelo, mientras
retrocedía con el brazo ensangrentado. Chisa salió corriendo hacia su hermano,
quien la cogió de la brazo y se acercó a los desconocidos. Zess se deshizo de los últimos seres de
sombra y recogió su sombrero que había sido agujereado por una de las armas del
enemigo.
-Vaya, era mi favorito…- se lamentó mientras estiraba la
mano hacia uno de los carros, que tras pronunciar unas palabras casi
inaudibles, salto por los aires en pedazos.- Vámonos- dijo con júbilo mientras
empezaba a correr.
-E..espera…- dijo el hombre agarrando su brazo ensangrentado-
Livius… Sabes que lo que te decía era broma… ¿eh? No os marchéis…
Livius frunció el ceño con desprecio y avanzó con Chisa por
el sendero que Zess les indicaba. El dragón no tardo en ir de tras corriendo
aunque intentaba despegar desplegando las alas. El jefe intento ir hacia ellos,
e incluso llegaron dos hombres tras oír el ruido.
-Donde vas- dijo la chica que aún no se había marchado-
Gordo seboso más vale que calles y ni se te ocurra perseguirnos, o ¿quieres
perder del todo el brazo?
Entonces entre las sombras apareció un lobo de tamaño
considerable de pelaje negro, que mientras mostraba los colmillos gruñendo, se
podría ver como fluía la sangre entre ellos. Entonces, tanto la chica como el
lobo se marcharon a paso rápido hacia su compañero.
El hombre aun tembloroso se giró hacia los hombres que se
habían paralizado y les grito enfadado.
-¡Pero que hacéis ahí parados! ¡Llamad a los guardias, a quien
se! ¡No podemos dejar escapar ni al dragón ni a Livius!
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