Los asesinos de Noir

Cuarto caso: Bishamon

-Bishamon, ¿Sabes por qué te he hecho venir?

Bishamon había entrado por la puerta, y haciendo una reverencia poso una de sus rodillas en el suelo mientras la otra permanecía levantada. La luz se posaba sobre la cabeza de la chica y del líder, que tenía a su lado a sus guardias. Al escuchar la pregunta ella movió la cabeza negando.

-Este último mes, has trabajado muy duro y has recaudado más bienes que cualquiera de los otros, eso me alegra. Me gustaría poder subirte en el rango de habilidades, pero ellos aún son más diestros en los asesinatos. Así que como recompensa te daré dos semanas de descanso.

Bishamon alzó la vista, pues quedo impresionada al notar tanta generosidad por parte del jefe. Estaba a punto de levantarse cuando comenzó de nuevo a hablar.

-Ah! Pero antes quiero que acabes esta misión, y después ya te tomaras el descanso.

Bajo la máscara de gato de Bishamon se escondía un gesto de “ya me esperaba algo así”. Unos papeles cayeron al suelo, ella los recogió y se levantó, inclino suavemente la cabeza y salió de la sala.



Bishamon siempre seguía unos pasos antes de asesinar a su presa. Siempre hace unos rezos, en una iglesia o con una cruz en las manos.
-[…] Ángel de mi guarda, mi dulce compañía; mis santos patronos y todos los ángeles y santos de Dios, interceded por mí y alcanzadme la gracia de cumplir fielmente con mis propósitos. [...]

Murmuraba enfrente de las oficinas de una empresa. Silenciosamente, como un felino se desliza por las puertas y llega hasta el despacho de la víctima. Esté ya estaba colocándose la chaqueta para salir cuando al girarse ve al enmascarado con cara de gato y orejas. El hombre intenta correr hacia la ventana en vano, pues ya nota como algo caliente empieza a correr por su pecho. Bishamon se acerca a él, la mancha de sangre se empieza a extender por el suelo. El hombre ya no respiraba, estaba a punto de marcharse cuando algo llama su atención, un envoltorio rosa con lazos rojos que había encima de la mesa. Ese regalo había quedado un poco manchado de sangre. En el calendario de la mesa marcaba claramente que hoy era el cumpleaños de su hija. Bishamon estiro el brazo, y de su hombro descendió su gata, quien recogió el regalo entre sus fauces.

-[…]  Oh María, Madre de los dolores, ayudadme en esta grande tribulación de mi alma. Ángel de mi guarda, Patronos míos, rogad por mí, para que haga una buena confesión. […] – murmuraba mientras salía por la ventana.

Después de salir de allí. Volvió a su casa, se quitó su traje y se vistió normal. Se fue hasta la casa del hombre al que mato, una niña esperaba en el portal con su madre. Entonces, sonó el teléfono desde el interior de la casa, la madre entro, mas la niña quedo fuera esperando. Bishamon se acercó. La saludo y se puso a su altura agachándose un poco. Le dijo que su padre le había pedido que le trajera esto, y dejo sobre sus pequeñas manos el regalo. La niña dio gracias sin entender, pues ella quería ver a su padre. Pero al alzar la vista ya no había nadie en la calle. La madre volvió con lágrimas en los ojos y agrazó muy fuerte a la pequeña niña, que seguía con el regalo entre las manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario