-Bishamon, ¿Sabes por qué te he hecho venir?
Bishamon había entrado por la puerta, y haciendo una
reverencia poso una de sus rodillas en el suelo mientras la otra permanecía
levantada. La luz se posaba sobre la cabeza de la chica y del líder, que tenía
a su lado a sus guardias. Al escuchar la pregunta ella movió la cabeza negando.
-Este último mes, has trabajado muy duro y has recaudado más
bienes que cualquiera de los otros, eso me alegra. Me gustaría poder subirte en
el rango de habilidades, pero ellos aún son más diestros en los asesinatos. Así
que como recompensa te daré dos semanas de descanso.
Bishamon alzó la vista, pues quedo impresionada al notar
tanta generosidad por parte del jefe. Estaba a punto de levantarse cuando
comenzó de nuevo a hablar.
-Ah! Pero antes quiero que acabes esta misión, y después ya
te tomaras el descanso.
Bajo la máscara de gato de Bishamon se escondía un gesto de
“ya me esperaba algo así”. Unos papeles cayeron al suelo, ella los recogió y se
levantó, inclino suavemente la cabeza y salió de la sala.
Bishamon siempre seguía unos pasos antes de asesinar a su
presa. Siempre hace unos rezos, en una iglesia o con una cruz en las manos.
-[…] Ángel de mi guarda, mi dulce compañía; mis santos
patronos y todos los ángeles y santos de Dios, interceded por mí y alcanzadme
la gracia de cumplir fielmente con mis propósitos. [...]
Murmuraba enfrente de las oficinas de una empresa.
Silenciosamente, como un felino se desliza por las puertas y llega hasta el
despacho de la víctima. Esté ya estaba colocándose la chaqueta para salir
cuando al girarse ve al enmascarado con cara de gato y orejas. El hombre
intenta correr hacia la ventana en vano, pues ya nota como algo caliente
empieza a correr por su pecho. Bishamon
se acerca a él, la mancha de sangre se empieza a extender por el suelo. El
hombre ya no respiraba, estaba a punto de marcharse cuando algo llama su
atención, un envoltorio rosa con lazos rojos que había encima de la mesa. Ese
regalo había quedado un poco manchado de sangre. En el calendario de la mesa
marcaba claramente que hoy era el cumpleaños de su hija. Bishamon estiro el
brazo, y de su hombro descendió su gata, quien recogió el regalo entre sus fauces.
-[…] Oh María, Madre
de los dolores, ayudadme en esta grande tribulación de mi alma. Ángel de mi
guarda, Patronos míos, rogad por mí, para que haga una buena confesión. […] –
murmuraba mientras salía por la ventana.
Después de salir de allí. Volvió a su casa, se quitó su
traje y se vistió normal. Se fue hasta la casa del hombre al que mato, una niña
esperaba en el portal con su madre. Entonces, sonó el teléfono desde el
interior de la casa, la madre entro, mas la niña quedo fuera esperando. Bishamon
se acercó. La saludo y se puso a su altura agachándose un poco. Le dijo que su
padre le había pedido que le trajera esto, y dejo sobre sus pequeñas manos el
regalo. La niña dio gracias sin entender, pues ella quería ver a su padre. Pero
al alzar la vista ya no había nadie en la calle. La madre volvió con lágrimas
en los ojos y agrazó muy fuerte a la pequeña niña, que seguía con el regalo
entre las manos.
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