Los asesinos de Noir

Ray, el detective y El Pléyades
Conocí a Lui en una de esas misiones que te envían a los barrios bajos de la ciudad, donde encuentras la escoria de la humanidad. Y aun así, es un buen tipo, uno del cual fiarte. Su trabajo puede ser no uno de los más legales, pero tenía una moral justa fuera de serie. Su intuición era certera y tenía mucha suerte, por ello llegó a sobrevivir en los bajos fondos.

Siempre que necesitaba información acudía a él, nunca me fallaba. Pero aquella vez, me hizo cuestionar un poco si su información era de fiar.

No sabía si de esta búsqueda volvería a casa, por lo que empaqueté las pocas pertenencias que tenía. No ocupó mucho más de tres cajas. La habitación no pareció cambiar mucho aun después de haber vaciado todo. Aparte un maletín, donde llevaría lo imprescindible. Finalmente dejé las llaves de la casa en el buzón, por si me llegara a pasar algo, Lui o Jake o quien lo abriera, podría acceder al piso y decidir qué hacer con todo aquello. Dejé una nota de lo que me gustaría que hicieran si desaparezco, pero no me importa si no le hace caso.

Era de noche y decidí llegar a la mitad del tramo en taxi. No me podía creer que el contacto de Lui se encontrara en La Zona Roja, que recibe ese nombre en mención al barrio rojo conocido como Kabukicho en Tokio. Era una enorme red de prostíbulos, clubs y bares de toda clase. La ley no podía entrar en aquel lugar, los que controlan el cotarro son influyentes dentro de los cargos políticos y judiciales e incluso los sobornos a policías son el pan de cada día. Es como una microciudad sin ley. Las malas lenguas dicen que se puede comprar de todo, desde droga y órganos hasta esclavos, pero creo que es exageración.

Comencé a caminar por la calle con la dirección en mente. No pude evitar ojear los alrededores, una costumbre ya muy arraigada entro de mí por mi profesión de detective. Eso me llevó a ver a niños menores, detrás de escaparates de tiendas esperando clientes, ya fuesen mujeres u hombres. La idea de que esos niños tuvieran que experimentar la prostitución a esa edad hizo que las tripas se me revolvieran. Avancé lo rápido que puede por aquellas calles llenas de gente, intentando evitar mirar más de la cuenta, en vano, pues mis ojos se fijan en cada minúsculo detalle. Tanto era así, que desde allí puede ver como se compraban droga, en una esquina oscura, dos hombres vestidos en chándal. Aquello eran las entrañas de la humanidad, lo más feo y negro, y que todos preferimos mirar a otro lado como si no existiera. Pero ahí está, esta es la realidad.

Avanzó por la calle, en el burdel de Hot Kiss giro a la izquierda, desciendo las escaleras y al encontrarme un bar de ambiente hacia mano derecha. Pasando dos calles, en una esquina donde hay un bar con un rotulo que pone Cotic's e filios, ir por esa calle. Llego a una gran plaza donde en ese momento estaban con un espectáculo de stripers. Intento recordar que más seguía de las indicaciones de Lui. Las luces eran tan fuertes que legaban a cegar, a veces me costó reconocer los rótulos y las letras de los locales. No sé cómo esa gente no se mareaba con tanta luz en todos lados, parecía pleno día con tanta claridad. Como una iluminación recordé de nuevo el camino, en la tercera salida seguir por esa calle hasta dar con el local.

Por un momento casi me lo paso, las luces me cegaron leerlo, pero llegué. Ante mi estaba el Pléyades, seguía sin creerme que un contacto trabajara en un prostíbulo, pero claro, se conoce de todo en esta vida. El Pléyades era famoso y conocido, y también caro, por suerte había sacado dinero antes de venir aquí, pues los cajeros colocados en la Zona Roja te hacen pagar una comisión para sacar pasta. Los bancos son unos espabilados.

A empujones, para atravesar el mar de gente que avanzaba por la calle de un lado para otro, llegue hasta la puerta. Di un suspiro y entre. Era un recibidor amplio, con sillas y mesas en los lados y en frente una barra donde la Madam estaba atendiendo a varias personas, detrás suya había unas largas escaleras que subían al siguiente piso. Pude detectar varias cámaras de seguridad según me acercaba hacia la barra. La Madam era una señora, yo apostaría por pasado los sesenta años, con un pelo alborotado como un estropajo de color negro con varias mechas de colores, llevaba una bufanda de plumas lilas y un vestido ajustado negro con estampado de flores rosas. No había visto nada más hortera y desaliñado desde que vi un loro al que le había caído pintura encima. Cuando se me acercó estuve a punto de girar la cara, me tuve que contener.

- Hola guapo, ¿en qué le podemos servir?

- Ehm... Si, vera... Busco a Karenet

- Oh! Ya veo, voy a mirar cómo está la agenda- dijo dejándome dos panfletos en frente.- ahí están las tarifas, junto a lo que deseas que haga y si la contratas por horas o por acciones.

- Vaaaleee...- dije agarrando los panfletos mientras la señora se alejaban. Me empezaba a asustar de donde me había metido y más en ver las tarifas. "Esta mujer llega a cobrar más en una noche que yo en un mes de trabajo..." pensé, pero no me refería a que su trabajo fuera más fácil.

Me centré en los papeles, tenía que encontrar un precio que pudiera asumir, pero que me diera el tiempo suficiente para hablar con ella, por si me daba largas. Dos horas parecía un precio asequible o al menos esperaba que valiera la pena.

La Madam llegó poco después y le comenté mi opción. Parece que tuve suerte y estaba disponible en breve.

- Puede esperar en alguna de las mesas. Si desea tomar algo, a la primera consumición invita la casa. –señalo un cartel de la pared donde estaba la carta de bebidas y algunos aperitivos. – Ah! Por favor deme un seudónimo, nombre o algo por lo que llamarle.

- RGP –se me ocurrió espontáneamente.

- Vale- dijo con voz agudísima- Le avisaré cuando pueda subir y entonces le cobrare.

Me aleje de la barra y me senté en una de las mesas vacías. Descanse la mente y observe a mí alrededor. Había bastante gente esperando sentados o de pie. Me llamó la atención un tipo alto y ancho como un armario, vestido de traje negro y corbata. Mi intuición me decía que era un guardaespaldas y que no estaba allí por su día festivo. Los clientes de este local no tenían mala apariencia, bueno, retiro lo dicho al ver a un mafioso entrar, pero por lo demás son gente de dinero que se puede permitir el lujo, porque cuando sales a la calle y te acercas a los burdeles baratos ves toda clase de escoria dentro.

Varios hombres bajaron por las escaleras y la Madam nombro varios nombres, extraños, claramente seudónimos o apodos, y esos nombrados subieron. Por el comentario de la señora, entre ellos había un cliente habitual. Un hombre corpulento empezó a descender las escaleras, iba con un traje blanco impecable a juego con la corbata y una camisa negra. Enseguida cache de quien se trataba, era el presidente del país. "De todos los sitios, te lo encuentras aquí, vamos bien... Sabiendo que está casado, tiene tres hijos y un perro, y se dedica a hacer campaña de lo bien unida esta su familia". Aquel hombre sacó un puro que la misma Madam con toda la delicadeza le encendió e incluso lo acompaño a la puerta junto a su guardaespaldas. Cuando ya estuvieron ambos hombres fuera, la mujer me señalo y me indico ir hacia la barra llamándome por RGP. Pague y pude subir.

Tras subir las escaleras, me encontré un patio interior, muy bonito, con árboles y flores. Toque la barandilla para asomarme mejor, desde allí podría ver que el edificio tenía tres plantas y todas llenas de habitaciones, que prefería no saber que había detrás de cada puerta. Una niña de aproximadamente catorce años y disfrazada de gata, con orejas, cola y una ropa muy escasa, me tiro de la manga de la chaqueta.

Tras un extraño maullido me dijo: - Por aquí señor...

El cascabel que llevaba la niña en el cuello resonaba por todo el pasillo abierto. Me llevó hasta la sexta puerta, en la puerta había unos relieves y dibujos que no alcance a distinguir porque inmediatamente abrieron. Entré algo nervioso y la chica cerró la puerta para dejarme dentro.

La habitación tenía un color rojo, lila, morado... había muy poca luz, la mayoría proveniente del exterior que de las propias bombillas de la sala. Unas cortinas muy finas de ganchillo adornaban la ventana, una mesita de madera marrón en una esquina y al otro lado de la habitación una cajonera. En el centro, un poco más cerca de la ventana, una cama grande con una fina sábana blanca con las puntas de bordados. Al lado había una silla, donde enseguida se levantó una mujer de sinuosa figura. Unos rubios cabellos ondulados descendían más allá de sus hombros. Su blusa roja transparente, vestida únicamente con la ropa interior del mismo color y un liguero que aguantaba sus medias. Por un momento me deje llevar por el ruido se sus zapatos de tacón negro acercándose. Su piel es blanca y lisa, sin impurezas cual porcelana, destacaban sus labios rojos y notaba un dulce olor emanado de ella. Si la sensualidad se tuviera que materializar, se parecería a ella.

Por un poco pierdo la compostura, pero enseguida aclaro mi garganta.

- Ejem... No vengo por estos servicios realmente...

Karenet no pareció sorprenderse, se limitó a seguir bajando sus manos desde mis hombros y desabrochando mi chaqueta.

- Va enserio- dije agarrándole lo más suave y firme que pude de las muñecas- Estoy buscando información y me han dicho que solo tú puedes proporcionármela.

Sus rojizos labios se curvaron medio esbozando una sonrisa, la solté y ella reculó. Sus brillantes y vivos ojos gris plateado se posaron en los míos.

- Vaya, pues tal vez sea una pérdida de dinero, yo soy una de las más caras del Pléyades... Pero no te quedes ahí de pie- me cedió la silla donde ella estaba antes sentada y ella optó por sentarse en la cama.- Veamos buen hombre, ¿Qué es esa gran información que necesitas como para venir y pagar a una meretriz para simplemente hablar? – pasaba sus delicados dedos por su cabellera dorada.

Coloqué en el respaldo de la silla mi chaqueta y encima de mis rodillas, el maletín.

- Tengo muchos cabos sueltos en mi investigación y me gustaría tu ayuda.- mis dedos palpaban nerviosos el cuero del maletín- Vale, hay una famosa multinacional, empresa o lo que esconda, llamada Arribista o Abyss.- No pareció inmutarse mucho, solo paso su frágil dedo sobre su perfilada ceja- Sé que está relacionada con una gran multitud de personas influyentes, pero también, paralelo a ello, hay gran número de asesinatos suicidios y cosas con muchas incógnitas que me escaman...

- ¿Y qué quieres que haga yo al respecto?- cruzó las suaves piernas y se inclinó hacia mí.- Lo mucho que puedo hacer, es decirte que no se sobre esas cosas...

- Me interesa saber si realmente hay asesinos contratados por el desconocido jefe de Abyss o si hay realmente alguna razón para tanta casualidad... Y no me digas que no sabes de lo que hablo.- dije abriendo el maletín pero sin sacar nada.

- Bien, está bien... Tienes pruebas o cosas que reafirmen esos argumentos... ¿O solo estas barrenando como un loco esperando atinar en algo gordo y hacerte famoso?- Su voz era muy tranquila e inmutable.

- No busco, ni fama ni la fortuna, y tal como van las cosas ya me da igual que no se sepa la verdad...- ojee el maletín y saque una carpeta donde rezumaban muchas hojas, por lo que intente no agitarla mucho.- Estas son mis pruebas e investigaciones.

- Válgame Dios –dijo llevando una mano a la boca- ¡Un momento!- dirigiéndose a otra persona.

Y un momento antes de girarme para ver con quien hablaba, recibí un fuerte golpe en la nuca. Después de eso silencio y oscuridad.






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