Los asesinos de Noir

Día "apacible"

- ¡Papá, papá! Despierta, me prometiste que me contarías una historia- protestaba una pequeña niña agarrando del brazo de aquel hombre.

- Mirai no molestes a tu padre, está cansado y quiere dormir un rato- comentó la mujer sentándose en la silla de la terraza.

- No pasa nada, ya estoy despierto- dijo el hombre cogiendo a la niña- A parte se lo he prometido ¿no?

- ¡Bien!- le abrazo.

- ¿Qué historia quieres?- se acomodó el hombre en la hamaca.

- Cualquiera está bien, alguna realista pero que no haya escuchado nunca.- comentó Mirai.

- Eso está difícil, ya te he contado muchísimas historias diferentes, pero que tal esta- dijo el hombre aclarándose la voz- Hace tiempo, un hombre se alistó en la guerra...

- ¡Leonidas! No le cuentes esas cosas a la niña- se alarmó la mujer.

- Guau, asustas cuando me llamas por el nombre entero...- comentó Leonidas.

- Da igual mamá, me gustan esas historias de papá.- sonrió la niña haciendo que su madre suspirara resignada.

- Bien por donde iba... ¡Ah! Sí, se alistó por el bien de su familia para que estuviera orgullosa. Allí batalló y consiguió algo de renombré. Pero seguía bajo las órdenes de un tirano coronel, ese hombre veía a nuestro protagonista como un rival peligroso y en medio de una batalla... El coronel convocó al protagonista y le dijo que no le gustaban esos ojos que mostraban rebeldía y poder por lo que le rajó un ojo.

- ¡Que cruel! Pobre protagonista, Si no había hecho nada... ¿Solo por sus ojos?

- Así es. El protagonista sabía que no podía hacer nada contra un superior. Así que ¿tú qué harías?

- No sé, ¿Cómo sigue la historia?

- Nuestro protagonista no le quedó otra que decir que fue un trozo de metralla lo que araño su cara. El tiempo pasó y nuestro protagonista llegó a ser general. Y entonces le mandaron prepararse para ir a buscar un coronel secuestrado.

- No me digas, ¡Ese coronel es el que le hizo daño al protagonista!

- Así es, eres muy lista. – acarició suavemente la cabeza de Mirai- Preparó soldados y se fue a buscarle. No tardó en dar con él. Mientras los soldados se encargaban de los enemigos, el protagonista entró y se encontró con el coronel magullado y alegre por ver a uno de sus aliados. Pero ¿qué crees que hizo el protagonista?

- ¿No lo salvó?

- No, la realidad no es tan bonita. El protagonista se cobró la venganza de su ojo y usando una de las armas enemigas- comentaba el hombre alzando la mano como si apuntara a algo invisible- bueno, dejémoslo aquí o tu madre se enfadara.

- ¡Joo! Ahora que llegaba la parte emociónate...

- Ya está Mirai, al final no lo mata, le perdona y listo- concluyó la mujer sonando algo enfadada.

- Vamos Clarisse, no te enfades- bajó a Mirai de su regazo.

- No tendrías que contarle cosas como esas a la niña...- protestó- Por cierto, hoy se ha pasado el señor Greef, y nos ha traído algunos regalos. Tu jefe es tan generoso. Da gusto que hayas dejado ese camino militar de guerras y muerte y te hayas asentado en una buena empresa- se acercó la mujer a su marido y se sentó en su regazo.

- Sí, mira- comentó la niña levantando un gran león peluche- Me ha regalado esto, ¿A qué se parece a papá?

- Sí, así es- sonrió suavemente y entonces sonó el teléfono- Voy a responder.

- Vale- se levantó Clarisse y se llevó a Mirai al interior de la casa- Vamos Mirai, Papá tiene que hablar por teléfono.

- ¡Vale!

Leonidas suspiró a verlas entrar y descolgó.

- Hola, Leo. ¿Ya te comentaron que fui a ver a tu mujer y tu hija?

- Buenas Master. Sí y gracias por los regalos.

- No fue nada, solo un recordatorio. Por cierto tienes trabajo, muy importante la verdad. Te llegará de inmediato la información. No me falles o ya sabrás cuáles serán las consecuencias.

- Entendido.

Leo dejó el teléfono y descargó su rabia con una maceta próxima, que se rompió en mil pedazos contra el suelo. Alzó la mano hasta su ojo derecho el cual mostraba una larga cicatriz.

- ¿Cariño estás bien? He oído algo cayendo.- se escucha a Clarisse mientras sale de nuevo a la terraza.

- Sí, no ha sido nada. Un despiste, golpee si querer el tiesto.

- ¿Seguro que estas bien? ¿Quieres descansar un rato?

- Tranquila estoy bien. Me tengo que marchar, ha pasado algo en la oficina y tengo que ir de inmediato.

- Está bien. Ten cuidado por favor, está oscureciendo ya.

- Dile a Mirai que mañana le contare otra historia y esta vez más alegre- dijo mientras recogía su chaqueta del perchero y se marchaba.


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