Los asesinos de Noir

(+16) Warning Snakes (+16)



- ¡Cariño! Ya essstoy en casa- canturreaba mientras abría la puerta del sótano.- Mira Ana. He pensssado que te debess de esstar aburriendo tú sssola aquí. Assí que te he traído una amiguita. 
Travis dio un ligero empujón a la mujer que traía con él, esta cayó por las escaleras al resbalarse por el golpe.
- ¡Oh! Vaya, que torpe…- sonreía mientras bajaba lentamente las escaleras- essso te passsa por ir con taconesss.
- Por favor, perdóname… No me volveré a reír- se arrastraba la mujer intentando ponerse en pie. – Haré lo que me pidas.
- Mira Ana, te he traído otra víbora como tú. – levantó a la mujer agarrándole del pelo.- Deberíasss sser máss educada y pressentarte- la soltó frente a Ana.
- Soy…Soy- le temblaba la voz mientas permanecía con la cabeza en el suelo- Marta.
Marta alzó lentamente la cabeza para ver un enorme bulto de escamas enrollado frente a ella. Con un grito ahogado empezó a retroceder sin apartar la vista hasta pegar contra las piernas de Travis.
- Oh, no, no… Esssoss no sson modalesss. A nadie le gusssta que cuando le vean ssalgan corriendo. Y ssobre todo porque vass a compartir habitación.
Entonces la mujer empezó a gritar por auxilio y ayuda. Eso hizo que Travis perdiera su humor y le tapara la boca con una cinta.
- Vess lo que hass hecho.- pateó a la mujer en el hombro- por esso odio a lass mujeresss, a la mínima gritan. Pero tú no eress assí. –se acercó al muro escamado que empezó a reptar hasta mostrar un cabeza del tamaño de una mesa mediana.- Claro que no. Tú no me traicionarasss nunca- acarició la escamosa cabeza de la serpiente.
La mujer horrorizada siguió retrocediendo hasta tener a mano la escalera por donde se cayó. Sin apartar la vista de aquella horrible escena de la serpiente gigante, fue subiendo lenta y silenciosamente los peldaños.
- Ana, juguemoss a un juego. – sonreía y cuando alzó la cabeza y vio a la mujer ya subiendo, su rostro se tornó serio y con voz fría añadió.-  No dejes escapar tu comida.
Marta se espantó en escuchar eso así que se apuró en levantarse e ir hacia la puerta, pero enfrente había aparecido una serpiente coral y notó como algo se le había caído encima. Temblando y notando como el sudor frío le recorría la espalda, giró la cabeza para ver como una anaconda había caído sobre sus hombros. Aguantó la respiración y después de tragar saliva se atrevió a alzar la cabeza, para encontrarse con la terrible escena de centenares de serpientes viviendo en las vigas del techo. Intentó gritar aun con la boca tapada. Sus ojos se abrieron y en un impulso por retroceder resbaló en el escalón.
- Te cogí. Essta vez no hass caído- la agarró Travis mientras su fría sonrisa se clavaba en ella- Qué hubiera passado ssi essta mala mujer te caía encima- sostuvo con cuidado a la anaconda que plácidamente se enroscó en su brazo.- Y bien… Marta, ahora que ssabess la ssituación en la que esstass. ¿jugamos?- comentó desligándole las manos.- ¿Qué noss podríamoss aposstar?- obligó a la mujer a sentarse en una silla que había.- ¡Oh! Ya sse… ssi tú ganass obtendráss tú libertad, pero ssi pierdesss… Sserásss la comida de Ana.
Travis le sacó la cinta de la boca indicándole que por mucho que gritara nadie la oiría. El hombre esperaba la respuesta de ella, a lo que se formó un silencio el cual puso aún más nerviosa a la mujer porque los sonidos de las serpientes reptando y el sisear inundaban el húmedo y tibio sótano. Miró a su alrededor y tras tragar saliva, aunque ya notaba que tenía la garganta seca y le brotaban lágrimas de los ojos, preguntó:
- Y… ¿A qué clase de juego?- consiguió gesticular sin que se le quebrara la voz.
- Assí me gussta.- sonrío mientras entrecerraba los ojos. – Haremoss tress pruebass. Ssi ganass doss, eress libre. Fácil, ¿verdad?- le comentaba mientras recogía las serpientes que habían caído del techo.
Como Travis se estaba tomando su tiempo para recolocar los reptiles en su sitio, la tensión en Marta fue en aumento y más en ver a Ana reptar por el amplio sótano con toda libertad del mundo.
- Bien, empecemoss con el primer juego- dijo Travis arrastrando otra silla para estar en frente de la mujer. Se sentó y levantó frente a ella dos serpientes de colores rojo, blanco y negro. La mujer hubiera pegado un salto hacia atrás de no haber estado sentada- ¿Sabrás diferenciar cual es la falsa coral? Derecha o izquierda.
La mujer miró a ambas serpientes que era muy parecidas, solo cambiaba el patrón de colores. Ella en su  vida había tratado con esa clase de animales, así que nunca se había molestado en saber cómo diferenciarlas. A la derecha una de serie rojo-amarillo-negro-amarillo-rojo, y sostenida en la izquierda, rojo-negro-amarillo-negro-rojo. Era la primera prueba y ya tenía que responder al azar. Viendo por donde iba el juego no esperaba mucho de las siguientes dos rondas. Tras dar varias fuertes respiraciones alzó la mano temblorosa y dijo “esta”. Travis se quedó en silencio con la misma sonrisa sin moverse un ápice, lo que estresó a la mujer por no saber si había o no acertado. El hombre se levantó y dejó a las serpientes en unos recipientes que parecían ser su habitad. 
- Mala ssuerte, prueba en la próxima. Ssi hubierass esstado en la calle, una mordedura de coral te hubiera matado. Ess venenosa la que tiene el rojo y  el amarillo juntos. Para la próxima ya lo ssabess.
Travis llevó hasta Marta una mesa donde había un pequeño terrario con tres serpientes no más grandes que una mano.
- Esstass doss sson sserpientess de cinta- comentó Travis mientras levantaba dos de las serpientes. Sus escamas presentaba blanco y negro de forma horizontal por su cuerpo- Y essta ess una falssa coral.- alzó la roja-negra-amarilla –Voy a colocar cada una en un bote diferente y tú tieness que adivinar donde esstá la coral.
- Vale- dijo al ver que esta era una prueba más normal.
El hombre le enseñó como colocaba la coral en el bote del centro y las otras dos a los lados. Con las serpientes ya cerradas dentro, desde fuera no se podían ver. Empezaron a girar los botes, el de derecha a izquierda, el del centro a la izquierda, el de la derecha al centro… […] después de girar durante un rato, paró.
- ¿Y bien?- se cruzó de brazos. 
- Este- sonó segura.
- ¿Sí? Ábrelo si estas segura- habló sin arrastrar las eses a lo que alarmó a la mujer y empezó a dudar.
- ¡No!, estoy segura de que es esta- convencida agarró el bote y la falsa corral asomó la cabeza algo mareada.- ¡Bien!
Travis aplaudió. Recogió las serpientes y se llevó el terrario y los botes, pero no la mesa. La mujer se levantó en ver como salía fuera del sótano. Miró a su alrededor, la puerta no era una solución, alrededor no parecía haber ninguna ventana. La sala era alarmantemente grande y llena de terrarios y de cosas relacionadas con serpientes. Siseaban las serpientes del techo y de vez en cuando caía alguna al suelo. Marta se volvió a sentar, no quería arriesgarse a que alguna de esas se le lanzara. No veía ningún objeto que le sirviera como arma para defenderse de aquel hombre. Ya solo quedaba una prueba, si la ganaba la dejaría libre, pero sabía que no era posible. Que o bien la prueba estaría amañada o bien que aunque la ganara moriría. 
- Porque estoy aquí…- empezó a pensar- ¿Será solo por haberme reído del ciego? El ciego se le parece pero… No es posible ¿verdad?
La puerta se abrió y de ella bajó Travis con una bandeja en mano, sobre ella iban dos vasos de un líquido transparente. 
- La última- dejó los vasos sobre la mesa- uno con un fuerte paralizante y el otro con agua. Elige ssabiamente.- sonrió de una forma horripilante.
- ¿Cómo estoy segura de que no están envenenados ambos?
- Tú beberáss el que elijas y yo beberé el otro ¿ssimple?- explicó- ¡Ah! Y el veneno tarda un rato en paralizarte assí que desspuéss podemosss esstar de charla hassta que haga efecto.
- Bien- intentó mantener la mirada de determinación. 
Marta pasaba la mano de un vaso al otro disimuladamente mirando a Travis para ver si cambiaba de gesto o le daba un atisbo de inquietud. Pero nada, estaba más inmóvil que una estatua de mármol. Se puso a pensar, la primera prueba era su derecha, en la otra fue la izquierda… Por lo que ahora tendría que ser derecha… pero recordó que ese hombre era zurdo, había más posibilidades en que estuviera en ese lado. Siguió dándole vueltas a diferentes hipótesis, hasta que Travis la apuró.
- Este- agarró el vaso izquierdo y lo levantó de la mesa.
Marta se acercó el vaso a los labios mientras veía como Travis hacia lo mismo. La bebida enseguida fue engullida por Travis, y Marta con las lágrimas rodando por sus mejillas hizo lo mismo. No se notaba diferente, suspiró aliviada pero el hombre tampoco parecía afectado.
- Bueno, ¿Sabes porque estás aquí?- suspiró Travis mientras se balanceaba en la silla.
- No, ¿fue porque me reí del ciego?
- Hum… En parte sí, pero no. Estas aquí como tortura a tu padre. Una pena que hagan pagar a los hijos por los fallos de sus padres- comentó sin cambiar ni un poco su expresión.
- ¿De verdad me dejaras marchar?
- Sí, si no has bebido el veneno. No te podré alcanzar si estoy paralizado por el veneno. Y he dejado la puerta abierta.- hablaba con un tono pausado y tranquilo.
Si no fuera por la situación, en aquel momento, se fijó que era bastante atractivo. Vestía ropas elegantes que hacían resaltar su pelo blanco. Pero sus ojos negros solo entendían de frialdad. Marta se palpó la muñeca y notó el reloj, miró la hora. De los golpes llevados, el cristal estaba roto pero las manecillas se movían. Pronto serían las nueve de la noche. 
Tras un rato más de un silencio incomodo, Travis agachó la cabeza entre las piernas, sus manos se agarraban de los hombros y comenzaba a temblar. Marta en verle se puso de pie. Poco a poco una sonrisa empezaba a brotar de sus labios mientras se alejaba de él. Se acercó a la escalera y ya notaba la libertad cuando se percató de que su cerebro había enviado la orden de levantar la pierna pero esta no había respondido al impulso. Travis empezó a vociferar una sonora risa mientras se levantaba. 
- ¡TONTA!- se acercó a ella. 
- Pe…pero… ¡¿Si te vi temblar?!
- Ya, de risssa- apoyó la cabeza en uno de sus hombros.- Temblar no ess un ssintoma.
Marta soltó un leve soplido acompañado de un quejido mientras notaba que poco a poco su cuerpo dejaba de obedecer. Travis la agarró del hombro obligándola a sentarse en el suelo.
- Aquí ess donde te pateé, debe de haber un buen moretón. – sonreía mientras deslizaba la mano hacia el cuello de la mujer.- Sabes, es una pena que tu padre usara a Noir para subir puestos en la empresa. Porque la gente te coge odio y luego usan las mismas cartas contra ti. – hablaba con cierta seriedad- Y la única que está sufriendo esta tortura eres tú. Aunque claro perder a un hijo también es doloroso ¿o no? 
La mujer se horripilaba cuando Travis hablaba correctamente, pero más cuando arrastraba las eses porque sabía que algo le iba hacer y el solo pensarlo ya la volvía loca.
- Sabes, aunque trabajo con Noir, yo no soy como los otros. Yo no voy matando a la gente que me piden- decía mientras desbotonaba la camisa de Marta. Ella quería resistirse pero su cuerpo no reaccionaba.
- Eres un asesino- vociferó como pudo porque las cuerdas vocales empezaban a fallarle.
- Oh, no, no. Yo los enveneno. Si se mueren es por culpa del veneno y por no poder contrarrestarlo. Yo no me mancho las manos.- sonreía fríamente mientras pasaba a desvestir la parte inferior del cuerpo de la mujer.- Yo soy médico, y por tanto, mi moral no me deja matar gente, yo me encargo de salvar vidas, no de sentenciarlas. No es lo mismo. 
- ¡N…!- ya no podía ni protestar.
- Pero sabes… Como soy médico puedo mantenerte viva para que disfrutes más esto. No era un veneno muy fuerte, así que no te fallará el corazón. Todavía.- sonreía mientras Ana se acercaba.- Hola, Ana. Mira la he pelado para que no te atragantes con el envoltorio. 
La mujer aun paralizada consiguió poner un gesto de horror cuando vio las enormes mandíbulas de la serpiente abrirse y deslizarse hacia sus pies.
- Sabes lo más divertido…- entrecerró los ojos mientras sonreía de cuclillas al lado de Marta. – Aun paralizada, ssientess dolor y por ende, placer.
La mujer intentaba forcejear o hacer algo en vano, la lucha consigo misma para que su cuerpo obedeciera era inútil y la serpiente había avanzado hasta la cintura. Sus largos colmillos empezaban a rasgarle la piel y la sangre parecía incentivarla a avanzar con más velocidad y voracidad. Travis agarró la mano de la mujer mientras la miraba a los ojos. La respiración de Marta se volvía irregular y sus ojos empezaban a nublarse. Una lágrima consiguió brotar del cuerpo cuando el hombre soltó su mano. 
- Que aburrida- comentaba mientras se levantaba y observaba el reloj que le había quitado de la muñeca a Marta- Pensé que me entretendría más… ¡Ah! No toque eso- se apuró Travis a sacar una serpiente que se había empezado a interesar por los vasos.-No quiero que te enfermes- acarició el frío reptil- Tienen veneno.
Colocó la serpiente en el terrario, guardó los vasos en una bolsa y se sentó junto a Ana, quien ahora reposaba con un gran bulto en el interior. Travis la palpó y apoyó su cabeza en ella, saboreando la frialdad y el movimiento de las escamas.

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