Los asesinos de Noir

Aurora, agradecida

Empecé a acostumbrarme al ruido de las máquinas de esta sala y a las personas que la frecuentaba. Aunque no todos eran muy simpáticos. Crow, como así llamaban todos al chico con cara de cuervo que me trajo aquí, me dijo que no aceptara nada de nadie de los que me hablaran mientras estuviera en esas salas. Y así lo hice. Crow es una persona muy cálida, me trajo ropa nueva y me ayudó a ponérmela. Me llevó fuera y pude respirar aire fresco y sentir la calidez del sol. Tocar lo que él dijo que era césped y escuchar el latir de una ciudad habitada y llena de vida. Allí pude escuchar multitud de sonidos, olores y sensaciones. Puede ser que nunca haya podido ver, pero haber experimentado todo aquello ya había valido la pena. Pude comer comida que nunca había probado e incluso pude hacer cosas de gente normal: comprar, escuchar música, pasear… 
Teníamos una rutina, por las mañanas me dejaba en la sala con Reina, cuando me venía a buscar íbamos a muchos sitios diferentes, por la noche volvía a su casa y me dejaba pasar la noche allí. A veces se iba sin avisarme y otras se quedaba conmigo hasta que me dormía. Había días en que simplemente íbamos donde Reina y nos pasábamos el tiempo sentados allí. Cuando le pregunté qué hacía, él solo me dijo que hablaba con Reina, pero yo nunca les he escuchado intercambiar una palabra el uno con el otro. Mejor dicho, nunca había escuchado la voz de Reina ni sabía tampoco cómo era. Solo sabía que estaba enfrente de mí por los comentarios de Crow y de la gente que allí estaba de vez en cuando.
Una vez le pregunté si, Reina, algún día me hablaría también, y él me dijo que con el tiempo. Así que un día en que me había quedado asolas con ella, decidí saber más.
- ¿Reina?- me levanté y caminé un poco a tientas.
Aunque me había acostumbrado al sonido del lugar, aún no había memorizado donde estaban todas las maquinas, así que caminé palpando en la oscuridad para evitar tirar con nada. Llegué hasta algo frio, que tenía el mismo tacto que cuando tocas un vaso. Lo rodeé, era cilíndrico. Noté muchos cables y aparatos a su alrededor, pero a suficiente distancia como para no estorbar si decidías rodear el cilindro. Tras explorar toda la sala, llegué a la conclusión de que solo había maquinas ruidosas por todos lados, algunas sillas, el sofá donde Crow y yo nos sentamos, y aquel enorme cilindro en el centro. Por tanto y descartando opciones, Reina, si estaba en esta sala, debía estar dentro del frio cilindro.
- Reina, la verdad es que no sé quién eres, ni entiendo que es lo que está sucediendo la verdad. Pero desde que estoy aquí, siento que soy más feliz- comenté mientras me sentaba de nuevo en el sofá, suponiendo que desde allí estaría enfrente de ella- Desde que tengo memoria, siempre he estado en un mundo oscuro lejano a la luz, no me dejaban hacer casi nada y siempre estaba en la misma habitación día tras día. Hubo momentos en que pensé que realmente no era una persona como las que me cuidaban, o que no estaba viva y solo era una muñeca en manos de lo que ellos se consideraban “familia”. Pero desde que estoy con vosotros, me siento viva, me siento bien, me siento parte del mundo. Y haría lo que fuera por seguir así. – sonreí ligeramente- no sé si estoy sola y hablo a la nada, pero de verdad que os agradezco que me trajerais aquí.

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