Los asesinos de Noir

Nathan, el "justo"

- Te lo preguntaré una vez más… Dime lo que quiero saber…- estaba sentado Nathan balanceándose en la silla.
- No lo sé. Si lo supiese te lo diría, pero no puedo decir algo que no se, lo juro.- respondía el hombre empapado y esposado a la silla frente a él.
- No soy partidario a la violencia pero nada.- hizo un gesto para que dos de los tres hombres presentes en la sala se acercaran.- Denle otra rociada.
- ¡¡No, por favor no!!- rogaba mientras le inclinaban la cabeza hacia atrás y se la tapaban con una toalla mojada.
El segundo hombre levantaba una pesada jarra y vaciaba su contenido en la cara del retenido hombre que jadeaba ahogándose en el agua. No podía respirar e intentaba patalear inútilmente por estar atado. 
- Si dejaran de hacerse los duros y hablaran cuando se lo piden- suspira Nathan- No dejéis que se muera oís- les indicaba a los tres hombres.- Y bien, ¿has recordado ahora?- pregunta destapando la cara del hombre que rápidamente dio una bocanada desesperada de aire.
- Yo no lo sé, no estaba allí. Trabajaba para él, pero no sé nada.- agitó la cabeza.
- Pues nada, habrá que ponerse más serios- Tiró la toalla al suelo y uno de los hombres de inmediato la recogió- Traed el alcohol y unas cerillas. Nos vamos a divertir.
El hombre empezó a gritar, pataleando hasta caer de lado, golpeándose un brazo por el peso de la silla. 
- Que inquieto- dijo Nathan con cerilla en mano.- Levantarlo.
Entonces sonó el timbre de la casa. De inmediato amordazaron al hombre.
- Que suerte tienen algunos. Vamos a ver quién es.- dejó todo sobre una mesa cercana.- Vuelvo enseguida.
- Jefe, recuerde la máscara- señaló uno de los hombres hacia la máscara de mapache.
- Los aprendices y novatos deben mantenerse callados- sonó frio- No sabes con quien estás hablando, mil caras nunca se confunde de disfraz.
- ¡Perdone! Culpa mía- se inclinó.
Nathan salió de la habitación y se cambió rápidamente tras dejar caer un “¡Voy!” al escuchar el segundo timbre.
- ¿Sí? En que puedo ayudarlos.
- Policía, hemos recibido una llamada anónima avisando de unos extraños gritos provenientes del interior de la casa.- dijo uno de los dos policías que aparecieron en la puerta de la casa.
- Qué raro, normalmente me han llamado la atención por tener la música muy alta, pero nunca por otra clase de ruidos. Excepto por una cacatúa que no hacía más que chillar y tuve que deshacerme de ella. Una pena.
- Bueno, nos dejaría revisar la casa.- habló el otro.- Como protocolo habitual.
- Claro adelante, entiendo que es su trabajo, pasen- Se apartó para dejarles entrar.
La pareja de policía recorrió la casa de un lado al otro. Al hombre prisionero se le aceleraba el corazón cuando escuchaba sus pasos cerca y se volvía a helar en oírles alejarse.  La bombilla del techo se balanceaba cuando subieron a registrar el segundo piso. Los tres hombres agarraban de la silla para evitar que hiciera ningún ruido. Tras unos minutos que a ellos les parecieron horas, se volvieron a oír las voces al fondo.
- Sentimos las molestias- decían los policías en la puerta.- ha debido ser una falsa alarma o una llamada de broma.
- No se preocupen, estas cosas son parte de su trabajo y al fin y al cabo en algunas ocasiones esas llamadas anónimas han salvado vidas. Así que no me ha molestado.
- Bueno, gracias por la comprensión. Nos retiramos- se despidió el otro y Nathan cerró la puerta.
Se quedó sonriendo hacia la puerta cerrada hasta que oyó como el coche patrulla arrancaba y se alejaba. Suspiró y se volvió a colocar su máscara.
- Bueno, no fue tu día de suerte, por lo visto- dijo entrando de nuevo en la sala.- Tendría que hacer como Travis y hacer estas cosas en zonas desiertas perdidas de la mano de Dios. Pero así pierde emoción ¿No crees?- acarició la cabeza del prisionero.
- Estáis todos locos. La gente de Noir está enferma. Sois repugnantes, la calaña del mundo.
- Puede ser, pero Noir nos deja ser como somos. Sin tener que poner falsas facetas para encajar en esta sociedad cuadriculada.- le respondió con el alcohol en mano- Se me ha ocurrido algo más divertido que esto. Si no quiere hablar supongo que ya no me sirves de nada. Enterremos el cadáver.
- ¿Qué cadáver? ¡si estoy vivo!- se sacudía en la silla.
- Nunca he probado a enterrar a alguien vivo. ¿Qué decís vosotros?
Los otros tres hombres se miraron entre ellos dudosos, estaban allí para aprender y obedecer a Nathan por lo que después de unos segundos asintieron.
- La votación ha sido: cuatro contra uno. Por democracia, gana la mayoría. Te enterramos.- dejó el bote y buscó en un armario metálico al final de la sala una pala.- Odio la violencia pero las cosas por votación son taaaan útiles en estos casos. Yo miro, vosotros caváis- les pasó la pala.- Vámonos al coche, se dé un sitio donde no nos molestaran.
- ¡Espera!- gritó mientras le empezaban a levantar para llevárselo- ¿No tengo derecho a decir yo algo, que soy la minoría?
- Ya te di muchas oportunidades, “Minoría”, de poder hablar. ¿Qué te hace pensar que te quiero escuchar ahora?- dijo alzando otra pala que había encontrado.
- Porque adoras el dialogo- tembló por un momento mientras intentaba esbozar una sonrisa.
- Hum… Ahí le has dado, me ha gustado- sonrió y se sentó de nuevo en la silla- Te escucho, que propones.
- Se dé un grupo activista que tiene pensado atentar contra Noir. No estamos con ellos porque también están contra nosotros. No tiene nada que ver con lo que me preguntabas pero creo que quieren hacer algo en la sede central de Abyss.- hablaba animado.
- Mira, eso no está nada mal. No es lo que buscaba pero no me iré con las manos vacías. ¿Qué más sabes?
- Poco más, pero a cambio quiero salir vivo de aquí.- aun temblaba de los nervios y la ropa húmeda.
- Claro, odio matar a los que no se lo merecen- sonrió mientras dejaba la pala.-Soy informador y por tanto negociador, si me dices algo que valga la pena saldrás de aquí vivo, te doy mi palabra.- alzó la mano con gesto de juramento.
- El grupo está formado por empresas que Abyss destruyó o dejó en banca rota, con esa ira muchos de los trabajadores y empleados se están juntando en una organización llamada Machina, esta busca conseguir el apoyo de la gente de clase media-baja y baja para entorpecer y derribar esa nueva empresa que tanto poder a conseguido de un día para otro. – hablaba fluido sabiendo que Nathan siempre cumplía su palabra- Conseguí información que decían que iban a hacer un atentado en el edificio para tirarlo abajo encubriéndolo con un terrorismo. 
- ¿Y no sabrás cuando, por casualidad?- desató las piernas del hombre.
- No, pero sé que será cuando haya muchas personas… Durante alguna celebración o festeje. – comentaba el hombre mientras se tocaba las muñecas ahora libres y con moratones por el forcejeo con las ataduras.- Eso es todo, útil ¿verdad?
- Sí, más de lo que pensé.- se quedó parado frente al hombre.- Eres libre.
- Gracias, mil gracias. Prometo no decir nada a nadie de esto.- casi lloraba de la emoción mientras notaba la salida más cerca.
- Oh, claro que no la harás.- bloqueó la puerta- Cortadle la lengua.
Los tres hombres agarraron al hombre mientras uno de ellos se encargaba de la mutilación. Nathan caminaba alrededor mientras recogía un bote.
- No dejéis que se muera. Que no se ahogue con la sangre.- les indicaba mientras preparaban un hierro candente para cerrar el corte.
Nathan se sentó frente a la cara del hombre que tenía los ojos como platos del dolor y el miedo. Forcejeaba en vano pues le agarraban dos hombres con mucha fuerza. Las lágrimas frotaban sin descanso.
- Yo dije que saldrías vivo, pero no dije que entero. No puedo dejar que se lo digas a nadie, ni seas capaz de volver- comentaba mientras empezaba a echar el ácido que contenía el bote en los ojos del hombre que se revolvía de dolor.- Deberías estarme agradecido, cualquier otro integrante de Noir te hubiera eliminado de inmediato. Yo en cambio te dejo vivo.
Le dejaron allí agonizar bajo vigilancia para que no muriera, suministrándole calmantes. Cuando ya estuvo más tranquilo y ya no corría riesgo su vida, Nathan les indicó a los hombres que se lo llevaran y lo dejaran en un bosque abandonado que había a dos días de allí. Había escuchado de Cancerbero que había una peligrosa jauría de lobos allí, y que muy pocas personas solían entrar. Era un buen sitio para dejarle. 
- ¡Ey! Me oyes- preguntaba Nathan al hombre que acaban de colocar en el maletero del coche.- Eres libre, ahora mis novatos te llevaran a un sitio y allí ya te las apañas tú. Grita por ayuda o lo que quieras. Y ahora vive lejos de los peligros. Yo siempre cumplo mis promesas y sales de mis garras con vida. Que lo disfrutes- y cerró el maletero.
El coche se puso en marcha y los tres ayudantes de Nathan se marcharon con el hombre.
- En parte es cierto, le deja ir vivo. No lo ha matado él.- dijo el que conducía.
- Ya, lo mataran los lobos, ya no es cosa suya ¿no?- dijo el copiloto.
- Al final es cierto que Nathan es el único que les deja ir vivos. Pero su “ir vivos” es un “yo te dejo ir, te doy un empujón desde este acantilado. Yo te dejé vivo, si te mueres tú contra las rocas, ya es cosa tuya no mía” o algo así ¿no?- habló el de atrás.
- Puede ser, pero también podríamos divertirnos nosotros antes de abandonarle en el bosque.- comentó el copiloto alzando varias cosas que había traído.
- No creo que el jefe esté contento con ello- respondió el que conducía.
- Él no se enterará.
- Al final será cierto que todos los que estamos en Noir somos unos enfermos. Aunque con diferentes grados de locura…

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