Los asesinos de Noir

Fragmentos de recuerdo

- Esta es la niña que te dije.- comentaba un hombre a otro- la saqué del laboratorio a tiempo. Uno de los especímenes se volvió loco y empezó a matar a todos. Un desastre. Yo pasaba por allí y me la llevé en el momento correcto- palmeó el hombro de la pequeña niña que estaba a su lado vestida con los mismos harapos que llevaba en el laboratorio.
- Ya veo- se inclinó a examinar a la niña.- ¿y bien? ¿Para que me la traes? 
- Me harías un gran favor si la escondes por mí. No puedo moverme con ella conmigo y si por algún casual alguien la busca o la reconoce sería un problema. A parte, sé que te gustan las niñas.- guiña un ojo.
- ¡Ssh!- le manda callar mirando de un lado a otro de la calle.
No había nadie en ese callejón. Se podía intuir a dos vagabundos al final de la esquina junto a unas cajas durmiendo. Pero el silencio de la noche lo arropaba todo.
- ¿Bueno? Que me dices. Hazme este pequeño favor.- juntaba las manos.- Quiero pedir un rescate o algo, seguro que alguien estará detrás de uno de los especímenes de ese laboratorio.
- Está bien, pero solo una semana a lo mucho. Me oyes- cedió.
- Genial. Ya has oído niña, ahora te vas con este hombre de aquí y haces todo lo que él te pida ¿bien?- despeinó la pequeña cabeza de la niña- Y tú ojo que le haces a la pobre, no te pases que tienes que devolvérmela de una pieza. Aunque a saber qué cosas peores le habrían hecho en aquellos laboratorios. A lo mejor mientras la examinas encuentras algo interesante.- se marchó agitando el brazo.
El hombre, no del todo seguro, se llevó a la niña a un local que solía frecuentar. Allí pidió una habitación libre. Pasada la noche y tras oír un ruido, aun siendo insonorizadas las habitaciones, la mujer de la limpieza tocó a la puerta.
- ¿Disculpe?- tocó de nuevo- ¿señor? ¿hay alguien? Voy a entrar.
Tras insistir un largo rato, la mujer al final entró. Pero nada más ver la escena del interior del cuarto, se le cayó la escoba y el tubo que llevaba. Alzó las manos hacia la cara y tras unos segundos recobrando el aire, soltó un enorme grito que hizo retronar las paredes.
- ¿¡Se puede saber que son esos gritos?!- se quejaban los demás huéspedes del piso.
- Vuelvan todos a sus habitaciones. De inmediato me ocupo de ello. Como disculpa por el inconveniente, el desayuno corre por cuenta de la casa- apareció el propietario del hotel.
- Señor Hanafuda- se arrastró hasta el hombre como pudo, paralizada por el miedo.
El hombre se paró en medio de la puerta para ver la escena que vio la señora. La habitación estaba toda revuelta, la luz apagada y las cortinas cerradas. Pero aun así la luz del baño estaba encendida y era suficiente para alumbrar las enormes manchas de sangre que recorrían el suelo, desde el baño hasta la cama. Sobre esta yacía un hombre desnudo con el brazo caído fuera de la cama del que goteaba sangre. Sobre él estaba la niña que jadeaba nerviosa sin comprender que acababa de pasar, aun con las manos en una navaja que clavó al hombre en la garganta. La pequeña dio dos largas inspiraciones y se bajó del cadáver mientras dejaba caer lo que usó como arma homicida. El hombre japonés de la entrada hizo retirar a la mujer y se cerró dentro de la sala. La niña desnuda y ensangrentada permaneció de pie con la mirada perdida. Hanafuda observó el cuerpo inerte, y después observó el rastro de sangre desde el baño, donde encontró cuchillas tiradas por el suelo. Sacó la hipótesis de que primero estuvieron en el baño, donde la niña pudo coger la cuchilla que había para las maquinillas de afeitar. Las primeras manchas de sangre debían ser de la pequeña porque pudo observar algún corte en la piel. Después ocurriría algo y llegados a la cama, la niña perdería el control, cogería la navaja que tenía ese hombre y acabaría con él. 
- Dime pequeña, ¿Cómo te llamas?- se agachó a su altura.
La niña agitó la cabeza. El hombre fue al baño a buscar una toalla para cubrir el manchado cuerpo de la pequeña.
- Todos me conocen como Hanafuda. ¿sabes hablar?- La chica asintió.-  ¿Quieres hablar de lo sucedido?- negó- De acuerdo. ¿Tienes dónde ir o quien pagar estos destrozos?- La pequeña se encogió de hombros.- Genial…- inclinó la cabeza hacia atrás.
De pronto sonó el teléfono del hombre, cosa que hizo que la niña se asustara por un momento. El hombre descolgó y empezó a hablar en un idioma que no entendía. Pero por alguna razón la niña seguía escuchando el sonido de un móvil, miraba a su alrededor y aprecia que el escenario se empezaba a difuminar y antes de sentir que caía al vacío escuchó como Hanafuda le decía que se iría a Japón con él. Y entonces se incorporó del sueño con una gran bocanada de aire.
- ¿Una pesadilla?- se tocaba la frente sudorosa. El perro se subió encima suya y empezó a lamerle la cara- está bien, ya está bien, Daiki.- reía mientras acariciaba su pelaje.- Ya está, fue un mal sueño… Si, estaría genial que todo fuera solo un mal sueño.
La chica suspiró volviéndose a tumbar en la cama, miró a su alrededor, estaba en su casa y Daiki estaba con ella. Hoy tenía que ir a entrenar con el perro y por ello Cancerbero le dio permiso para llevarlo a su casa. Pero recordar aquel incidente le dejó un mal sabor de boca para todo el día.

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