Nieve en el Bosque

Capitulo 5
-Un sueño... hum...-me dije al verme flotar en la oscuridad.

Una luz me atrajo, llevándome a través de mis recuerdos, algunos que ni recordaba.

-¿Quién es toda esa gente, no las conozco?- dije llegando al final del sueño.

Note como si cayera al vacío y entonces me desperté sobresaltada. El corazón me latía a gran velocidad, mire a mi alrededor alarmada. Me tranquilice al verme en la habitación del santuario. Di un leve suspiro y me levante. Yo no recordaba haberme metido en la cama y aun así ahora me encontraba incluso tapada. ¿Cuánto llevaría durmiendo?

Abrí ligeramente la puerta, algo nerviosa sin razón aparente. Allí en medio de la sala se encontraban el guardián, con un tamaño más reducido y aquel chico de pelo blanco. Parecían hablar de algo muy seriamente.

-Que te he dicho de no molestar ni perturbar la tranquilidad de Hana

-Yo no he hecho absolutamente nada.

-Mira que ya te he explicado que las féminas son muy delicadas y sensibles, enseguida se las puede molestar o herir.

-Claro, me lo dice la voz de la experiencia, verdad, mujeriego...

Bueno, parece que no tan importante. Así que abrí la puerta y los salude.

-Buenos días o tardes- dije mirando al exterior sin reconocer que hora era en el cielo.

-Vaya siesta te has echado, pensé que ni un terremoto sacudiera los cimientos del santuario te desper...- dijo antes de que el guardián le mordiera.

-Ni caso, es normal, este lugar es perfecto para recuperar tus poderes y espíritu. Me gustaría presentarme como es debido, mi nombre es Jerome y este es mi hijo Ginrou.

-Psé- dijo girando la cabeza- no me da buena espina esta humana.

-Ajá- dije asintiendo- Espera, ¡Ginrou!

Ambos asintieron extrañados.

-Ul·la quiso que te diera las gracias. – Dije, hice una pausa y seguí- Pero ¿Qué ha hecho para ayudarla? Porque que yo recuerde, yo deje mi cuerpo para que pudiera hablar con Singajik... Así que...- dije con curiosidad.

-Si no hubiera sido por mí, no se hubieran ni encontrado. Fui a buscar el sagrado colgante que retenía a Ul·la a otros territorios. Siguiendo múltiples pistas que llevaban a caminos sin salida.

Jerome le interrumpió.

-Esa era tu misión y el resto era de Hana. Gracias a la colaboración de ambos, tanto la sacerdotisa Ul·la como el primer guardia Singajik se pudieron reunir finalmente.

- Sí, me alegre por ellos.- entonces me abarcó una pregunta- ¿Qué fue al final de su hijo Lycaon? ¿Lo sabéis?

- La verdad es que se sabe poco, solo rumores- comentó Jerome.- Pero dejemos eso de lado, te traje ropa de sacerdotisa. Mientras aprendes lo básico, tienes que quedarte aquí. Después de que aprendas varias cosas te llevare conmigo a ver los dominios y ver desde los Mushi hasta los demonios que los habitan.

- Vale- dije dando la vuelta, no sin antes despedirme de Jerome. Este se marchó junto a Ginrou para darme privacidad.

Encima de la mesita baja había varias telas. Las recogí y las observe con detalle. Todas ellas eran preciosas y muy cuidadas, pero se veía que el gusto a la hora de vestirse era algo anticuado. Así que decidí mezclar un poco de cada traje. Una túnica blanca larga, la recorté pues me arrastraba, me hice unos pantalones cortos negros, conservé el lazo rojo que se ata a la cintura, y dejé que las mangas fueran acampanadas y algo largas para esconder cosas en ellas. Como parecía que no llegaba nadie, prepare con la tela de los trajes sobrantes otro traje por si ocurre alguna urgencia y había que cambiarse. Lo guarde en el armario. También deshice lo poco que traje en a maleta y lo guarde. Aquella habitación pequeña quedó como mi habitación, así que moví la mesa baja para que hiciera de mesita de noche. Como el armario veía difícil moverlo lo deje donde estaba. Algo cansada con la preparación de la sala, me senté en el suelo.

- Cuando pueda salir supongo debería reunir algo para que me sirviera de sofá o al menos una silla... o algo para no sentarme en el suelo.

Di un suspiro y me tumbé, entonces puede ver en la esquina dos Pox que me observaban con sus grandes ojos blancos. Me fui acercando hacia ellos, pero se espantaron, escondiéndose en una rendija de la pared. Entonces me acorde, fui a la maleta y saque uno de los frascos de azúcar, y cogí unos granos en la palma. Volví rápido y se los enseñe. Por un momento solo dejaron salir sus filamentos negros, dudosos cogieron uno de los cristales dulces y se lo llevaron. No tuve que esperar mucho hasta que decidieron salir. Al principio eran dos, pero después aparecieron cuatro, ocho, doce... Cuando me quise dar cuenta había un montón de diminutos Pox saltando por mis alrededores. Al principio reía con ellos al jugar, pero poco a poco empecé a notar que perdía fuerza, algo la drenaba. Estaba a punto de desmayarme cuando Smilodon llegó y de un rugido espanto a los Pox que volvieron a la pared asustados.

- Hana, estar tú bien. Oler rico- dijo olfateando mi pelo.

- Creo que si, al menos ahora- dije sentándome y agarrándome la cabeza, sentía como si me fuera a desmayar en cualquier momento.

- Eso sido peligroso. Pox absorber energía sacerdotisa ser fuente energía.- dijo, pero solo puede fijar mi vista en sus largos colmillos de dientes de sable.

- Así que yo doy mi energía a los Mushi...- me sentía más incorporada.- Pero parece que tiene un límite...

- Claro que lo tiene, estúpida humana. Nunca lo has intentado y ahora te dejas tocar por esa enorme cantidad de microbios. Los Pox son inofensivos si son pocos, pero en tal cantidad están para matarte.- dijo Ginrou entrando por la puerta.

- Bueno, hasta que no pasan cosas como estas no se sabe. Ahora tendré más cuidado. Muchas gracias Smilodon- y le di un ligero beso en la mejilla.

El pequeño se sonrojo de forma muy adorable, pero entonces me pareció que su cabellera anaranjada se volvía más brillante, y no solo era cosa mía porque Ginrou también pareció sorprenderse. ¿Le habría cedido energía? Me pregunté, pero no me atreví a preguntar. Porque Smilodon me enseñó la fruta que había traído para mí.

- Muchas gracias, sobre todo por no traerme un animal muerto...- dije sin querer en voz alta.-Perdón...

- Yo saber tú no comer pájaros pequeños, solo rica carne... Pero Smilodon no saber cazar presa grande... Demonios fuertes tener territorios de presas ricas.

- En resumen, que si quieres que cace un ciervo tiene que adentrarse en el territorio de algunos demonios muy fuertes, y él no está para eso. Así que con la fruta te apañas... Sino, ves a cazar tú.

- ¿Ya basta no, Ginrou? Yo no me he quejado de la comida, agradecida estoy. Y no voy a pedir nada. Si me quedo aquí me ganare la comida.- protesté.

Como nos pusimos a discutir, Smilodon se escondió en mis brazos agachando las orejas. El lobo cedió y se marchó. Con algo más de paz pasé el resto de la tarde jugando con el pequeño tigre dientes de sable.

El día siguiente empecé a escribir todo lo que iba aprendiendo, o al menos lo que descubrí desde que estoy en el templo. Y también para explorar los alrededores, o hasta donde podía ir, pues la barrera aun no la podía atravesar. No lo supe hasta que lo vi, pero Ginrou estuvo durmiendo en un árbol próximo al santuario mientras yo vivía dentro. Es un enorme sauce llorón. Contrastaba con la imagen del lobo durmiendo en una de sus ramas. No lo desperté, pero estaba segura de que él estaba consciente de que me encontraba allí abajo observándolo, puesto que sus orejas se movían al ínfimo ruido.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?

Él no respondió.

- ¿Tanto odias a las personas? ¿o es solo a mí?

- Los humanos son extraños, efímeros, frágiles... Corruptos, malévolos... Da igual mis razones. Cada cual que piense lo que guste.- y se volteó.

- Entiendo...- le dejé solo.

Al volver a la entrada del santuario estaba el guardián Jerome allí.

- Siento que tengas que lidiar con su mal comportamiento, pero no se lo tengas mucho en cuenta. Mi pareja fue, ejem... "Cazada" por las personas... Supongo que tiene un poco de rencor por ello.

- Yo, no lo sabía... Así que le traigo sufrimiento...- me arrepentí de ser dura con él.

- No te sientas así. Si todos le tuvieran compasión por ello, se hundiría más. La naturalidad le ayuda a mejorar. Por otro lado, fue él quien te salvó cuando un joven humano te cargaba bosque adentro. Detectó tu presencia y de inmediato te reconoció. Por ello te rescató y te dejó el colgante, pues estaba en mitad de la misión, así puedo terminarla.

- Eso tampoco lo sabía, tendría que agradecerle, supongo... Aunque seguro protestaría como siempre hace... Espera, ¿entonces fue Ginrou quien mato a Poxle?

- No, no fue él. Aunque si lo espantó y algún arañazo se llevó. No es un lobo tan sanguinario.

- Ya veo. Supongo que eso me tranquiliza, aunque me sigue inquietando quien pudo ser...

- Sabes, Klok ha venido varias veces a dejar ofrendas, así como varios humanos más a reparar el pequeño templo del mundo humano.

Eso me alegro, pero al mismo tiempo me inquietaba, pues se estaban adentrando en el bosque para probar de verme de casualidad.

- Al menos están bien... Espero que nunca les ocurra nada por hacer ese viaje por el bosque.

- No te preocupes, si la Klok va con ellos no tienen tanto peligro. Por otro lado, mañana empezare tu adiestramiento. Así que descansa.

- De acuerdo, lo espero con ansia.

Capitulo 6->


No hay comentarios:

Publicar un comentario