Nieve en el Bosque

Capitulo 4
El último día de la semana, la sabia vino a saber mi respuesta. Con decisión y sin titubeo accedí ante la petición del nuevo guardián del bosque. Mis padres protestaron y me decían que cambiará de opinión, pero yo ya estaba decidida.

Mi abuela me dijo que al principio, en el bosque de las sombras, me trataran como una humana, así que llenara una pequeña maleta con un poco de todo lo que fuera a necesitar. Siguiendo sus indicaciones, metí algo de comida y ropa. Por parte de mis padres añadieron algún libro, papeles y lápices, decían que escribiera mucho, por si olvidaba como escribir en nuestra lengua. Eso me hizo gracia, tampoco es que me fuera a la edad de piedra y olvidara todo. Mi hermano aportó la máscara que uso el día de la función. No entendí muy bien porque, pero la acepte. Y finalmente, yo guarde unos pequeños frascos de azúcar. Quería hacerme amiga de los Pox del bosque.

Esa misma tarde me marche.  Todo fueron lágrimas, besos y abrazos. Toda esa escena se alargó hasta llegar a la entrada del bosque de las sombras. A partir de ese punto solo la sabia y yo entramos. Y nada más entrar solté al Pox, que me dio la abuelita, que ya deseaba flotar entre los árboles.

-¿A dónde vamos?- dije mirando nuestro alrededor.

- A un pequeño santuario abandonado que ahora usa el guardián del bosque de vez en cuando. – dijo la sabia avanzando con mucha soltura por el bosque.

-Vaya, sí que hay de cosas abandonadas dentro de este bosque- dije sabiendo que también había una pequeña caballa cerca de la entrada del bosque.

Cuanto más avanzábamos más espeso y oscuro era el bosque. Mi abuelita me guiaba con mucho cuidado de que no me separara demasiado. Ella parecía conocer con todo detalle cada arbusto del lugar, mientras que para mí todo era exactamente igual.  Empezaba a temer quedarme sola allí, sin nadie conocido y con esa facilidad de perderse en el bosque.

Menos mal que la maleta de mano que llevo no pesa mucho, porque estuvimos caminando sobre una media hora, y era impresionante ver como yo me empezaba a cansar y la sabia seguía caminando tan fresca como una rosa.

Por fin llegamos a un pequeño claro donde suaves rayos del sol escapaban de las hojas de los grandes árboles, iluminando un pequeño y humilde santuario de madera. Dos pilares que formaban un arco, precioso seguro en su época, nos hacían de entrada. Caminamos por un pequeño camino de piedra, que ahora estaba plagado de pequeñas plantas entre las grietas. Nos paramos justo en frente de la entrada del maltrecho santuario. Lo único impoluto es la figura de un espléndido lobo.

-Este santuario se construyó hace muchos, muchos siglos para venerar al guardián del bosque. Tan querido y protector que le llegaron a catalogar de dios.

-Así fue Klok, y bien hecho al traerla y no resistiros a los pedidos del guardián- dijo una potente voz que resonó por el claro.

Me acerque más a la sabia, con temor de que atacaran o algo.

-Aún no me has dicho que vas a hacer con ella.- dijo alzando más la voz.

-Si lo hice, le enseñaremos su verdadera naturaleza. – tras esas palabras el claro se oscureció, dejando paso a brillantes ojos entre esa obscuridad.

-¡¡Fuera demonios!!- dijo lanzando algo mientras me protegía de la oscuridad que parecía moverse.

-Abuela…- dije tocando su hombro.

-No te preocupes- me dijo- aquí tienes, es sal, creo que la vas a necesitar si te quedas por aquí…- dijo mientras me dejaba un pequeño saco.

La oscuridad se volvió sombra y se disipo como si nunca hubiera estado allí.

-Klok, te puedes marchar ya. Nosotros cuidaremos de ella.

A la sabia no le quedó más remedio que acatar el mandato. Aunque lo hizo a regañadientes y sin apartar la vista de mí mientras se alejaba. Yo me quede inmóvil viendo como la anciana se alejaba y me quedaba sola en aquel claro totalmente en silencio.

-Por el amor de Ul·la que complicados llegan a ser los humanos. Ni que fuéramos a comerte.- dijo aquella voz detrás de mí.

Poco a poco me gire con miedo a ver al guardián. Un rayo de luz me deslumbró, haciendo que tardara un poco en distinguir algo. Frente a mí, una especie de perro-lobo, con un curioso pelaje, gris claro a excepción de: el lomo y parte del hocico que era negro, y un color marrón alrededor de los ojos y el morro que formaban tres triángulos en cada lado de la cara. Como si llevara una máscara. Su tamaño era considerable, más grande que un lobo, pero más pequeño que Singajik. Sus ojos, un azul y otro verde, se posaron en mí. Quise escapar, pero no sentí ninguna clase de peligro.

-Eh… em… Eres el nuevo guardián…- dije algo entrecortada.

-Bueno, actual ahora, ha habido unos cuantos más después de la desaparición de Singajik, el sagrado. – dijo sin moverse. – No temas, siéntete como en casa. Vivirás en el santuario hasta que te costumbres al lugar o dejes esa piel humana atrás.

Aparté ligeramente la vista para ver el santuario, que era mejor que nada. Entonces me percate de algo, mire a mí alrededor algo alarmada. Ya no estaba en el bosque, sino dentro de una especie de burbuja. Volví la vista hacia el santuario, que ahora estaba totalmente arreglado y lucía un color rojo madera precioso.

-Ahora estamos dentro de mi barrera, mientras no te acostumbres, aquí estarás a salvo. Así que no salgas fuera. No todos los demonios somos simpáticos- dijo mientras se acercaba al final de la barrera.- ves acomodándote- entonces salió fuera.

No respire tranquila hasta que vi como su último mecho de la cola salía fuera de la esfera. Después de dar un leve respiro mire hacia el restaurado templo y decidí echarle un vistazo.

Mire un poco por los alrededores, ahora estaba totalmente arreglada y limpia. Los pilares tenían un ilustre color marrón oscuro que contrastaba con el santuario.

Camine hasta la puerta y me la encontré medio abierta, entrando muy despacio, tocando a la puerta y añadiendo un “ahí alguien”. Acabe infiltrándome en el interior. La sala del interior era enorme, no había muchos muebles, solo una especie de armario, una mesita baja y una cama si le podías llamar así a un colchón de lino en el suelo. No me pregunte como, pero había pasado por alto que justo encima de la cama había un chico durmiendo. Deje silenciosamente la maleta de mano en el suelo, aunque si no se despertó cuando hable desde la puerta, no se despertaría ahora. Me acerque hacia el muchacho. Me incline un poco para observarle. Su pelo era de un blanco puro y sus pestañas eran largas, su rostro parecía algo irreal, demasiado perfecto para ser real. Algo en él me empezaba a hipnotizar y a sumirme en ese blanco, por suerte un ruido a mi espalda me hizo regresar a la realidad. Supuse que era un demonio aquello que estaba intentando abrir la maleta a la fuerza, sin mucho resultado. Pensé que podría ser un niño, hasta que se giró hacia mí y pude ver su rostro. Dos colmillos sobresalían de su boca y las orejas anaranjadas como su pelo se movían captando los silenciosos sonidos.

-Es una cría de dientes de sable, yo que tú tendría cuidado con ella, chica humana- dijo una voz detrás de mí.

El chico se había levantado y me miraba con unos fríos ojos azules. Su cabellera era larga y se movilizo cuando dio un sonoro bostezo donde se pudieron vislumbrar dos peligrosos colmillos. El niño dejo por fin la maleta, desistiendo de imposible, y salto en tres agiles saltos hacia la cama, donde se acurruco en el regazo del muchacho.

Recogí mi maleta, con enormes arañazos, del suelo. Aquellos dos se quedaron sentados en la cama mirándome ir y venir, mientras examinaba otras dos habitaciones más pequeñas y un baño, que componían todo ese trozo de santuario. No me cuadraba que en el interior no hubiera la zona de rezo y todas esas cosas típicas.

Me paré enfrente de ellos y señale la cama añadiendo un: -No estoy dispuesta a compartirla.

- Normal, tú en el suelo- me respondió el chico sin ni siquiera inmutarse- llevamos más tiempo que tú aquí.- Y se volvió a tumbar.

Ya con el enfado a flor de piel, se me ocurrió una brillante idea, saque de mi bolsillo unos trozos de tela y las enrolle formando algo similar a una pelota.  La pase de una mano a la otra mientras las expectantes miradas de aquellos chicos la observaban.

-A por ella- dije tirándola lejos.

Cuando vi que saltaron de la cama, rápidamente la empuje a la otra habitación vacía. Por si acaso me quede delante de la puerta para que no pasara.

-¡¡Qué me has visto cara de chucho!! ¡¡Soy un L-O-B-O!! A ver si te queda claro humana estúpida- dijo volviendo con el niño en brazos.

- Pelota tuya – dijo el niño a largando su mano con la pelota de tela en ella.

Me incline un poco, para ponerme a su altura, sonreí ligeramente al ver sus nítidos ojos de niño pequeño.

-Puedes quedártela

- ¿Tú dar pelota a mí?- dijo inclinando la cabeza

-Sí, así puedes volver a jugar con ella.

El niño hizo una agradable sonrisa agarrando las telas mientras movía las orejas y la cola alegre.

-¿Cómo te llamas?

- Smilodon  y ¿tú?

-Soy Hana- me enderece- Llámame así, nada de humana, que dicho por ti, parece que me desprecias.

-¡JA! Pues espera sentada, si necesitas algo, procura no llamarme y dejar que te devoren los demonios en silencio- dijo mientras salía fuera del templo.

Al ver que me habían dejado sola, entre en la habitación, cerré la puerta y me tumbé en la cama molida y cansada por la experiencia de haber conocido a alguien tan desagradable como aquel chico de pelo blanco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario