Nieve en el Bosque


Capitulo 3


Después de aquello, todo volvió relativamente a su normalidad. Preparamos un entierro digno para el viejo sacerdote. También, una nevada tapo las huellas de aquel enorme lobo y nadie más, a parte de mí, lo vio. Preferí no comentar nada y que no me tomaran por loca. Pues ¿Quién se creería la existencia de lobos gigantes…?

Mi abuela estuvo desaparecida por un tiempo, pero volvió sana y salva, Iris se mejoró y volvía a dar caña como antes aunque ahora presumía de ser la novia de Suluk, Alex aún recuerda el día de la función con espanto pero intenta pensar en otras cosas, y aunque parecía cosa de otro mundo, fue Riza quien se declaró a Alex. Vaya risas al enterarnos. Por lo que hace a mi hermano, enseguida se mejoró aunque no recuerda que paso en el templo.

Aún había preguntas que me rondaban la cabeza, ¿Ese era el demonio Singajik? Y si lo es ¿Ul·la es la sacerdotisa de la historia? ¿Eso significa que ellos se querían? ¿Qué narices paso en realidad? Espera ¿La leyenda era verdad? Y algo que si me mosquea mucho es… ¿Quién narices es Ginrou? No era nadie del pueblo. Así que, como pensaba darle las gracias de parte de Ul·la y decirle lo que paso… ¿Me creería?

Quise hablar con mi abuela, pero no aceptaba visitas esa semana. Volví a casa después de que me dijeran eso.

- ¡¿¡Es que todos están ocupados!?!- dije entrando en mi habitación.- ¡Pues ahora yo soy la que se aburre!

Tire una de mis almohadas y sin querer le di a una caja que cayó, estrepitosamente, al suelo. Las hojas, recortes y el libro se dispersaron por el suelo.

-Torpeza y mala suerte la mía…- me maldije mientras recogía los recortes que guardaba la caja.

Entonces recordé, las hojas que encontré en el libro. Dejé todo de lado y me centre en el libro, abrí por la contraportada y allí estaban aquellas páginas amarillentas. Parecían unos escritos a mano, la caligrafía era muy bonita y fina. Había partes ilegibles porque el tiempo consumió el papel y la tinta. Recostada en mi cama, me dispuse a leer todo lo entendible de aquellos papeles:


Parecían las páginas de pequeños diarios de la sacerdotisa Ul·la, contaba pequeños detalles de su vida. La verdad es que decía cosas muy interesantes. Y también me daba a entender que ellos dos si se amaban. Si esos papeles eran verdad, la historia de la leyenda es bien falsa. Al llegar al final, note que estaba inacabada. Busque por si se me había caído alguna hoja o algo, pero no, eso es todo lo que había. Eso me dejo muy intrigada ¿Qué paso entonces con Ul·la y Singajik, para acabar separados? ¿Por qué no siguió escribiendo? ¿Qué fue de su hijo Lycaon?
La amiga de la sacerdotisa Ul·la era la sabia del pueblo, tal vez mi abuela sepa algo al respecto, pero para ello tendría que esperar y la intriga me estaba matando.





Soporté una calurosa semana, la nieve poco a poco se fundía. Habíamos entrado en el pequeño verano que teníamos. Aunque la mayoría del año está todo blanco y nieva bastante. Hay un mes o dos donde el calor derrite la nieve por lo menos una o dos semanas, pero poco más dura, enseguida las fuerzas meteorológicas frías cubre la tierra de nuevo.

Por fin mi abuela me pudo atender, me hizo llamar, aunque yo también estuve toda la semana insistiendo. Me vestí apresuradamente con un jersey fino y una falda, pues era de los pocos días en los que se podía lucir una sin congelarse las piernas. No se tarda mucho en llegar a casa de mi abuela, vive a pocos minutos de mi casa, en la esquina del bosque de las sombras. El joven aprendiz de sacerdote, a medio camino me esperaba. Esté aun lleva la ropa de luto por el difunto sacerdote. No se sentía capacitado para ocupar el puesto y por ello aún esta con esas ropas y viviendo con mi abuela.

Los sabios del pueblo siempre han vivido en la misma casa generación tras generación. Y cada sabio al empezar a vivir en ella, deja un grabado, un sello o algo que sirve de protección.  Por eso esa casa es de lo más curiosa y extraña. Han vivido tantas personas, que tanto el interior como el exterior de la casa están llenos de cosas. Lógicamente mi abuela vive allí.

Ya delante de la puerta, me disponía a tocar, cuando está se abrió sola. Mi abuela esperaba en la sala, sentada junto a la ventana donde un poco de claridad iluminaba ese espacio. El sacerdote cerró la puerta y subió al segundo piso para dejarnos a solas. Observe como subía y después me senté en la alfombra junto a los pies de la silla de la sabia. Ya era una señora muy mayor, sus arrugas eran profundas y sus ojos ya no veían como antes, pero un aura extraña siempre parecía mantener su mente clara y con mucho temple. Su temblorosa mano se posó en mi cabeza, dándome una suave caricia.

- Abuelita, tengo muchas preguntas que hacerte- dije sosteniendo su mano – pero sobretodo sobre esto…

Solté su mano y rebusqué en mi bolsa. Saque el libro y lo abrí para enseñarle las páginas del diario de Ul·la. La sabia abrió sus ojos con asombro y palpo delicadamente las hojas.

- Vaya, vaya, así que estaban ahí escondidas… Con un gran tesoro te has topado…

Las dejó encima de la mesita donde reposaba un vaso del que provenía un olor raro.

- ¿Sabes de la historia de la sacerdotisa Ul·la?- dije al notar que sabía algo.

- Así es querida, después de todo, como sabios, nos pasamos la información de unos a otros por escrito.- dijo mientras me indicaba una estantería de la sala.- tráeme ese libro de portada negra, de cuero y muy gastado.

Me levante y recogí el libro que me indico. Estaba muy gastado y viejo, parecía que empezaría a transformarse en polvo si lo tocaban mucho. Se lo di a la sabia.

-¿Qué es?

- Si has leído esos manuscritos de la sacerdotisa Ul·la sabrás, que su hijo acabo en manos de una sabia, amiga de la sacerdotisa. Y como dije los sabios escribimos lo más importante, para tener a los siguientes sabios informados de todo detalle. Su hijo, Lycaon, quedo a manos de la Sabia Simar, y este libro fue escrito por dicha señora.- dijo mientras giraba las paginas.- Seguro que has notado que esta la historia a medias.

- ¡¡Sí!! ¿Qué paso después de que tuvieran a su hijo para acabar así?-enseguida me di cuenta de que dije de más. Pero mi abuela no hizo ningún comentario al respecto.

- La felicidad de ambos se torció, por el celoso y caprichoso sacerdote Kin. Esté descubrió el romance de ambos, un demonio y la sacerdotisa. Seres de dos mundos diferentes, algo imposible. Según lo que relata la sabia Simar, Kin quiso apoderarse de ese poder combinado, por lo tanto intento dar caza al pequeño niño Lycaon. Ul·la escondió a su hijo con la sabia, por su parte Kin había conseguido engañar a Singajik, sellándolo en una estatua del templo. Al enterarse Ul·la fue a salvarlo, cayendo en la trampa. Kin al ver que no podría conseguir al niño, mató a Ul·la, pero encerró su alma, espíritu y poder dentro de una gema. Kin que era un sacerdote débil con ansias de poder, consiguió los poderes de la sacerdotisa, pudiendo así ver a los demonios más débiles, los Mushi. Cosa que pocos podían. Al pasar lo años, la leyenda verdadera se tergiversó, también influyo Kin en ese cambio. Kin también tuvo discípulos, que se quedaron, para ir renovando el sello, como un ritual que él inventó. Cuando pudo comprobar que se las apañaban sin él, se marchó llevándose la gema. Y así quedo Ul·la desaparecida y Singajik sellado.- dijo mientras estiraba sus manos para alcanzar el vaso y darle un sonoro sorbo.

-Vaya- dije bajando la cabeza- Y todo solo por ansias de poder del sacerdote Kin, que no tenía nada más que celos. Ya decía Ul·la que era un pesado.

-Bueno, ahora no se le puede hacer nada, pues al menos ahora son libres y pueden descansar en paz juntos

- Pero si iba tras Lycaon, ¿porque no siguió buscando?

- Ul·la engaño a Kin, le hizo creer que mientras escapaban de él se cayeron por uno de esos agujeros del bosque de las sombras. Y aunque supiera su físico, muy llamativo, por cierto, como su padre. La Sabia al esconderlo le tiño el pelo con un extracto de bayas, y le adopto como si fuera hijo de otros o un huérfano. Era un niño listo, de aprendizaje rápido y con unos poderes fuera de lo normal. Mitad demonio mitad sacerdote, fue algo que le marco toda su vida. Pues según Simar, no conseguía compatibilizar con los niños del pueblo. A su corta edad controlaba demonios de altos rango como si de juguetes se tratara, pero conservaba unos sentimientos muy humanos. Como la soledad, el sufrimiento, los celos, la diversión… A la sabia Simar le preocupó mucho el hecho de que Lycaon no envejeciera. No quería morir y dejarle solo, pero el día llego. Él se quedó con el siguiente sabio. Pero según el siguiente sabio, un día se marchó y no se ha vuelto a saber de él.- hizo una larga pausa donde ambas nos mantuvimos en silencio.

Enlace las historias y el pasado empezaba a tener sentido.

- ¿Podrías ir a la cocina y traer un poco de azúcar querida?- dijo mientras se colocaba en la silla.

-Claro…- dije algo sorprendida.


Cuando volví con el tarro de azúcar, mi abuela estaba de pie junto a la mesa con un bote de hojalata en manos.

-¿Qué es eso?- dije con mucha curiosidad acercándome y dejando en azúcar encima de la mesa.

-Echa unos pocos cristales de azúcar encima de la mesa.

Cogí un pellizquito con los dedos y lo deje espolvoreado en la mesa. No entendí muy bien que hacíamos, pero siempre me encantaban los trucos que hacían los sabios. Cada pueblo tiene sus sabios.

- Esto no es un truco, pues ni yo sé si he cogido uno- dijo mientras hacía fuerza para abrir la tapa.

Entonces lo vi, salió disparado del bote y se lanzó sobre el azúcar que había sobre la mesa. Sin haber visto uno en mi vida, podía decir que eso era un Pox, como los que describía la sacerdotisa Ul·la. Ese pequeño demonio era redondo y parecía esponjoso y de suave pelaje negro. Dos pequeñas alas y cola larga de demonio se agitaban contentas alrededor de los cristales dulces. No pude contener las ganas de tocarle y pase un dedo sobre él. Era pequeño y me daba miedo hacerle daño. Esté se giró de golpe. Dos grandes ojos blancos se posaron en mi dedo, él estiro algo así como sus patas, aunque parecían dos prolongaciones de sus pelos, y me rodearon el dedo.

-¡¡Es un Pox!!- hice un grito ahogado mientras empezaba a subir por mi mano.

Cuando se quedó quieto en mi palma, me gire hacia mi abuela. Mi cara de alegría y entusiasmo, chocaban con la suya. Seria y con ojos entristecidos miraba a mi palma y después a mí.

- Querida, no puedo ver lo que dices… Pocos pueden ver los demonios de rangos inferiores, que Ul·la llama Mushi… Y no puedo estar alegre del hecho de que puedas ver a ese ser…- dijo mientras sacaba un papel de su bolsillo y se secaba una pequeña lagrima que asomaba.- Por cierto a los Pox les gusta los dulces y el azúcar…

Tire un poco más de azúcar en la mesa y deje al Pox allí. Enseguida me arrodille enfrente de mi abuela para mirarla a los ojos.

- ¿Hay algo importante que no me puedes contar?

- Tus poderes demuestran que tienes sangre de la sacerdotisa Ul·la por tu sangre y por lo tanto no eres una humana… Y no solo eso… Sino, que ahora el bosque reclama por ti…- dijo con voz entrecortada

- Je je espera… ¿Nuestra familia esta enlazada con la sacerdotisa?- dije con la voz y los labios temblorosos, aun sabiendo que algo no me cuadraba.

- No querida, solo tú presentas eso… Hay un rito entre los demonios de clase alta, que si una madre demonio no se puede encargar de sus hijos, encuentra una familia humana, modifica sus memorias para hacerles creer que son sus hijos y deja que los humanos los críen…- dijo y se sentó de nuevo.

- No… No…- dije sentándome del todo en el suelo.

- Lo siento… No creí que fuera eso… Nunca presentaste signos de poderes ni comentabas de ver nada raro…- dijo la sabia mientras se cubría la cara con sus arrugadas manos.

- Y ahora me dices que reclaman por mí…- ya tenía la mente en blanco, ya no quería saber nada. ¡NADA!

- Ese Pox era una prueba puesta por el guardián del bosque actual, él lo atrapo, pues yo no lo puedo ver. Y me dijo que si lo llegabas a ver, que te dejáramos libre de las ataduras humanas. – dijo  mientras posaba su mano en mi cabeza- pero quiero que seas tú quien decida que hacer ahora, Me han dado una semana para dar una respuesta al test.

Eso explicaba que pudiera ver al Pox, que la sacerdotisa Ul·la hubiera podido poseer mi cuerpo, el hecho de que el bosque de las sombras me atrajera tanto… Pero yo quiero a mis padres, a mi hermano, la abuelita, a mis amigos… No quiero dejarlo todo atrás y marcharme. Yo crecí aquí y fueron ellos quienes me criaron, no aceptare a otros que vengan diciendo que son mis padres biológicos…

- ¿Qué pude llegar a pasar si me niego a marcharme?

- No sé, si llegan a saber que tienes poderes te vendrán a buscar. Pero no te vas para siempre, seguramente vuelvas de vez en cuando a saludar. Yo creo que ver el mundo de otra forma tal vez te siente bien… - dice, pero seguía llorando silenciosamente.

- No tenía que haber tenido poderes.

- No, no, cariño- dijo agarrando mi cara con sus manos- nunca debes despreciar esos poderes tuyos, es una parte de ti. – por fin una sonrisa asomo de sus labios.

Por fin mis fuerzas desistieron y rompí a llorar sobre el regazo de la abuela.




Mi abuela me acompaño hasta casa. Hizo reunir a mis padres y a mi hermano y les informo de la situación.  Mi madre no quiso creer eso, y esta empezó a llorar al pensar en dejarme marchar. Todos pusieron caras de gran tristeza, cosa que hizo que aún me doliera más el corazón.

Los días trascurrieron tranquilamente. Mi padre planeaba formas de impedir que pudieran llevarme a la fuerza si venían a buscarme. Mi madre me insistía en que no saliera de casa, pero yo la ignoraba y quede con mis amigos, a ellos no les diría nada sobre lo sucedido. No note cambio alguno, todo era igual a cuando no sabía nada. Mi hermano actuaba como siempre. Solo mis padres parecían estar alarmados. No vi nada raro en el pueblo, no vi ningún Mushis. La abuelita me regalo el Pox, pues ella no lo veía y estaría mejor conmigo. La verdad es que era un ser muy curioso y se adaptaba muy rápido.

Estuve meditando mucho tiempo, muchas horas dedicadas a ello. Llegue a la conclusión de que tendría que marcharme, un mundo nuevo y fantástico se abría ante mí, no lo podía solo ignorar, mi curiosidad me podía. Y cuanto más miraba al Pox, quien hacia muchas cosas raras y que yo no entendía, más quería saber. ¿Porque no había más de ellos en el pueblo?, Ul·la comentaba que había muchos. ¿Qué clases de Mushis encontrare? ¿Qué cosas fascinantes, que los humanos desconocen, descubriré? La curiosidad me invadía, siempre fui muy curiosa.

 Es cierto que al marcharme, me tendría que despedir de mis padres y de mi hermano, también de mis amigos… No quería verles tristes, así que no diré nada de esto a ellos. Pero si me quedaba, ¿Qué me esperaba aquí? Una rutina, vida normal… No suena mal, pero si el guardián sabe de mis poderes y viene a buscarme… ¿Que será del pueblo y de mis padres que seguro harán lo imposible para impedirlo?

Ya tenía la respuesta en mente.

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