Capitulo 4:
Tras su presentación por fin se decidió a sentarse. No me
había dado cuenta hasta ahora, pero aquel hombre tiene el pelo negro-marrón y
los ojos rojos. Enseguida se levantó otro hombre. Este iba con un traje blanco
y con la camisa interior negra, destacaba su pelo totalmente blanco y sus ojos
azules.
- Codes, desde ahora espero que deis vuestro mayor esfuerzo
por superar nuestras expectativas y no morir en el intento.
Todos se exaltaron con esas palabras.
-Estas de broma ¿no? – Dijo uno – ¡Ya estoy cansado de esta
broma! ¡Me marcho!
Dio un paso fuera del círculo que le asignaron. Y entonces
“ZAS” quedo carbonizado.
- Ahora, digo yo, que escarmentareis, esos collares tienen
más voltios de lo que pensáis.- dijo Hati moviendo una especie de mando.
Enseguida retiraron el cadáver chamuscado de la sala.
- Todos estáis aquí por una razón.- prosiguió el hombre de
cabello blanco – Todos ahora estáis al servició de Sagitta Soris. Aunque ahora
empezáis y no estáis aun al nivel necesario, espero que muchos de vosotros
logréis entrar en la organización.
La gente seguía murmurando, aunque ahora menos, después de
todo, uno ha sido calcinado como si nada.
- Yo soy Asta. Y soy la justicia y también vuestro maestro.-
dicho eso se sentó.
“Se atribuye a sí mismo dotes de justicia, pero no ha hecho
nada para evitar que mataran a uno porque sí” iba susurrando la gente
Entonces se levantó una mujer, la misma que me encontré al
estar encadenado.
- Soy Aoba, y yo me encargo de la administración. Pero no
tengo piedad con aquellos que se acobardan.- dijo, su voz fue fría y directa.
No uso palabras de más. Nos dejó a todos claro que ella no es alguien con la
que bromear.
Tras recordar la escena en que cortaba las cadenas, mire su
mano. Tenía la mano derecha, con unas uñas normales, algo raro, porque yo las
recordaba muy largas en ese momento.
Se levantaron dos al mismo tiempo. Ella tenía una cara
amable y él parecía estar nervioso al hablar delante de tanta gente.
- Yo soy Hilda – su voz era muy cálida- Y él es Martín, esta
algo nervioso así que hablare por él jeje. Nosotros somos los encargados de los
suministros así como de la comida, si tenéis algún problema, no dudéis en
decírmelo… O mejor se lo decís a Martín, que seguro os ayudara mejor.
Entonces se sentaron, no parecían ser tan mala gente, aunque
prefería no fiarme de sus apariencias. Por ahora y solo por si acaso.
Se levantó por fin la última persona, esto ya me parecía
eterno y eso que solo había seis personas sentadas. Más que una presentación,
parecía un desfile.
- Buena gente, cuando lleguemos, espero que ya tengas en
mente que escapar no es una opción, que para salir de este embrollo, solo se
puede morir. Cuando lleguemos a la isla, os adiestraremos como sanguinarios
soldados, para servir a nuestra noble causa. Si conseguís, subir de categoría
podréis imponer vuestra justicia. Mientras tanto, os limitareis a acatar las
nuestras. Avisados estáis.
Aunque lo decía con una sonrisa en la cara, tenía un aura
tan tenebrosa como la del otro tipo, Hati.
- Por cierto mi nombre es Rochester, capitán de este
magnífico submarino volador. Espero que no se os olvide.
Hay Dios donde me he metido… Pensaba ya algo desanimado.
Entonces los tipos de traje, nos dieron una bolsa donde
había ropa. Cuando se acercó para dármela, pude ver que en su cuello levaba una
especie de tatuaje, eran una espada y una pistola cruzadas. Mire a lo demás,
todos los guardias esos llevaban la misma marca en el cuello.
- Ahora volveréis a vuestras habitaciones, y os podréis esta
ropa. – dijo Rochester y los guardias empezaron a hacernos señales para que nos
marcháramos.
Por fin dentro de aquella habitación, donde me sentía más
tranquilo y protegido, cerré la puerta y me vestí con aquellas prendas. Me
esperaba algo de blanco y negro, pero no fue así. Una chaqueta verde con camisa
blanca, pantalones vaqueros azul marino y como accesorios: una corbata roja y
una pulsera plateada.
-->Capitulo 5
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