CAPÍTULO 4
Se pasaron todo el día caminando por el río, no se
detuvieron ni a comer. Y cuando la fría noche empezaba a refrescar la ropa
húmeda de los viajeros, Zess por fin decidió salir del agua y descansar en una
de sus orillas de piedra.
-A este paso mañana a la tarde habremos llegado a Lepión,
allí compraremos algunos suministros.- dijo Zess mientras prendía la hoguera y
colocaba un pequeño cazo con agua encima.
-¿Qué vas a cocinar?
-Tengo frío…- dijo Chisa pegándose a la hoguera.
Zess desdoblo una manta y se la paso por encima de los
hombros.
-¿Cuántos años tenéis?- dijo mientras se sentaba al lado de
la hoguera.
-¡Yo nueve!-dijo alzando la mano.
Zess esbozó una pequeña sonrisa.
-Yo quince- dijo Livius secamente.
-¿Sois hijos de alguno artista del circo?
-¿Por?- dijo el chico de mala manera. Pues si Zess no
hablaba, él tampoco quería hablar.
-Pues porque no tengo la mente tranquila si he alejado a los
niños de sus padres…- dijo, su voz realmente sonó tormentosa.
-No, somos huérfanos, el circo nos adoptó.- dijo, tras
rendirse, decidió hablar.- A los seis años mi madre nos dejó a mi hermana y a
mí, en aquel desconocido sitio.
-Yo tenía dos años ¿no?- dijo juntando sus pequeñas manos.
-Sí… Pero no recuerdo nada más que a partir de cuando llegue
al circo. Así que no te molestes a
preguntar nada más- dijo volteando la cara.
Zess empezó a reír flojo. Livius no le vio la gracia.
Darklore se había tumbado cerca del fuego y ronroneaba a gusto.
Livius se despertó tras oír unos pasos. Chisa dormía apoyada
en él y el dragón estaba acurrucado a su otro lado. Una manta los cubría a los
tres. Todo estaba tranquilo, así que éste empezaba a cerrar de nuevo los ojos,
pero entonces vio a alguien entrando en el lago. Gracias a la claridad que daba
la luna pudo ver que era Zess, quien se había quietado la camisa y estaba
caminando en el agua. Su pelo, ahora sin atar, le llegaba hasta los hombros. El
reluciente negro brillaba de forma muy rara. El hombre se agacho y cogiendo un
puchado de agua se la tiro por los hombros. Livius observo como repitió ese
proceso un par de veces. Mientras, pudo detectar que Zess tenía una buena
musculatura, aunque no la aparentaba. Después de todo luchaba con espada. Algo que le llamo la atención era
una especie de tatuaje que se extendía desde su omoplato izquierdo hasta el
derecho de largo y un buen trozo de espalda. Dos marcadas alas marrones, tan
claramente dibujadas que parecía que podrías tocar las plumas. Eso no fue lo
único que le llamo la atención al joven, pues en algunas partes del cuerpo que
quedaban iluminadas, se podía ver heridas ya cicatrizadas alargadas, como
aquellas que puede dejar una espada corta, un látigo o algo similar.
Livius había apartado la vista al otro lado de la orilla,
pues vio que algo se acercaba a Zess. Pero el hombre ya parecía haberlo visto
hace tiempo. Un lobo de color marrón claro se acercaba a él con paso tranquilo.
Vacilo antes de entrar en el agua. Al tenerlo cerca, Zess poso su mano en la
cabeza del animal. El hombre puso cara de alivio, como si se hubiera quitado un
peso de encima. Livius no llego a escuchar lo que decía, si es que decían algo.
Y se volvió a dormir en contra de su voluntad.
Ya habían desayunado tranquilamente y caminaban a paso
ligero por el bosque. Habían dejaron lejos el río. Zess parecía tener cierta prisa,
pues había momentos en que cargaba a Chisa, quien quería descansar. Ella le
parecía bien ser cargada, así no tenía que caminar, y a Zess no aprecia
importarle. Livius no aminoraba el paso, pero aun así no dejaba de pensar en lo
que pasó la noche anterior. Quería preguntarle sobre ese lobo, sobre ese
tatuaje y las heridas. Y si el tatuaje era el que te dejaba los Navy, ¿dónde
estaba el suyo?¿Que clase de animal o ser seria?. Las preguntas le carcomían,
pero no podía decirle que había visto eso esa noche, pues le marcaría de fisgo
o a saber. Pero tal vez podría desviar la pregunta hacia el lobo, pero no sabía
cómo.
Livius se empezaba a sentir incomodo, pues Zess le dio
permiso a Darklore, para que se marchara a cazar y estirar sus alas. Pues en
nada iban a llegar a Lepión y sería muy peligroso que les reconocieran por el
dragón.
Como Zess predijo, después de pasar el mediodía llegaron a
la entrada del pueblo.
–Tomad- dijo tendiéndoles un pequeño saquito con monedas.-
Compraros nuevas ropas, simples, que no destaquen. Es esencial conseguir, Livius,
un zurrón y dos capas, una para tu hermana y otra para ti. Hum… si tienen
capucha mejor. Por si llueve.
-Vale, pero ¿dónde vas? ¿Dónde nos encontraremos? ¿Y si nos
descubren?- dijo mientras se guardaba las monedas.
- No seas tan pesimista…- dijo Chisa agarrándole la camisa.
-Voy a las caballerizas, intentaré conseguir un caballo y algo de provisiones luego. Y
creo que será difícil que os descubran. Aún no ha debido de llegar tal
información hasta aquí. Pensad, que ellos creen que hemos ido en dirección
contraria.- les dijo Zess algo más flojo.
-Vale- dijo Livius algo más seguro.
-Nos encontraremos en el otro lado del pueblo en la salida.
Los viajeros se dividieron. Los hermanos se adentraron en el
mercado. Chisa miraba todo aquello con mucha expectación. Los del circo casi
nunca la dejaban ir lejos y pocas veces iba a las ciudades. Pero más que nada
le llamaba la atención los muchos colores de las cosas. Livius consiguió
adquirir ropa a precio muy asequible. Estaba acostumbrado a comprar todo lo
necesario y lo que le pedían los artistas del circo, así que se hizo un gran
negociador y regateador.
Después se apresuró a conseguir el zurrón. Mientras elegía
entre varios que le ofrecía el comerciante, Chisa tiro de la ropa de su
hermano.
-Dime Chisa, quieres algo- dijo agachándose un poco.
-Livi… Hay dos hombres que llevan un rato siguiéndonos, se
han escondido detrás de uno de esos puestos…- dijo agarrándose y escondiendo la
cabeza contra la ropa de Livius.
El chico se preocupó. ¿Sería capaz de enfrentarse a lo que
se le avecinaba? Acabo la compra del zurrón. Y empezó a avanzar entre las
tiendas, cuando giraba las esquinas se fijaba si lo que le dijo su hermana era
cierto. Y tras esconderse en un callejón al girar la esquina. Pudo comprobar
que sí. Dos hombres con ropa andrajosa, con pintas de ladrones miraban de lado
a lado y avanzaron por la calle llena de gente.
-Chisa ¿estás bien?- dijo apartándola de su ropa para verle
la cara.
-Sí… Casi parece que me he divertido y todo jeje- dijo pero
su mano sujetaba fuertemente la ropa de su hermano.
-No te preocupes, no pasara nada… Vayamos a comprar las
capas y volvamos con Zess.- dijo Livius mientras volvía a salir hacia la calle
principal.
En el primer puesto que encontró, se probaron varias capas y
las adquirió rápidamente. Con eso había gastado la mitad del dinero.
-¿Quieres algo Chisa? Aun nos sobran algunas Írias.- dijo
Livius guardando bien las monedas.
Chisa negó con la cabeza. Livius palmeo su cabeza y se dirigieron
a la otra salida del pueblo. Caminaron sin detenerse y vigilando que nadie les
siguiera. Por fin en las afueras, encontraron a Zess. Éste rápidamente tiro la
colilla y la piso.
-Hey chicos, ya pensé que os habían cogido- dijo mientras se
acercaban.
-Hemos tenido que escapar de unos ladrones, por suerte Chisa
los vio a tiempo y no hubo más problemas…- explico Livius- pero hemos traído lo
que has pedido y aun me ha sobrado dinero.
-Impresionante, pensé que era poco. Pues ahora conviene que
os cambiéis. Esa ropa ya está muy gastada.- dijo mientras hacia un gesto para
que le siguieran.
Caminaron un poco hasta un pequeño claro, donde había un
caballo negro de tiro. Livius y Chisa se cambiaron. Las ropas que compro eran
de lo más simples, una camisa y unos pantalones marrones, y cómodos para poder
moverse si surgía la ocasión. La ropa de Chisa constaba de un vestido de marrones
variados, que incluían algún que otro dibujo de flores con hilos verdes.
-Oh! Qué bien os queda.- dijo Zess recogiendo la ropa usada
y colocándola dentro del zurrón.
- ¡Mira Livi! Ropa nueva- dijo Chisa dando unas vueltas para
hacer flotar un poco su falda.
-El zurrón es para ti, aquí he puesto la ropa usada, los
Írias que te han sobrado y algo de provisiones.- dijo mientras se lo pasaba- Y
esto creo que lo necesitaras.
Zess le dejo entre las manos a Livius una pequeña daga
enfundada. La funda era de un cuero negro duro. El chico fue poco a poco desenfundándola
hasta ver su reluciente filo. La empuñadura era de hierro pintado de gris, pesaba
menos de lo que él pensaba.
-También he traído algo para ti-dijo Zess volviéndose hacia
Chisa.
Chisa dejo de coger flores y se acercó al hombre. Este le
dejo en las manos un pequeño bote de cristal.
-¡¡aah!!- dijo Chisa abriendo los ojos como platos- Son las
famosas ¡¡pompas de jabón!! - dijo saltando con el bote en mano.
Chisa se sentó apoyada en Livius, tiró del tapón de corcho y
soplo por el agujero que tenía la vara de cristal que estaba situada en el
centro del corcho. Un puñado de pequeñas burbujas de jabón empezaron a aparecer
de la varilla. Livius observaba las pompas y la cara feliz de Chisa, pues pocas
veces podía sonreír de esa forma. Zess sonreía al ver esa escena, similar a los
cuadros que tanto apreciaban los marchantes. No tardó en llegar Darklore y sumarse a las risas, persiguiendo
las pompas.
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